dimecres, 7 d’agost del 2013

"PARA LA IZQUIERDA ES UNA NECESIDAD VITAL QUE LA GENTE PIENSE"

Reproducimos a continuación la entrevista realizada por el periodista Pierre Chaillan a Isabelle Stengers, profesora de la Universidad Libre de Bruselas y filósofa de la ciencia, publicada en L'Humanité.fr el 15 de Julio de 2013, y que hemos leído traducida al español en el blog de Àngels Martínez i Castells Punts de Vista.

La científica y humanista expone en esta entrevista la necesidad de aunar lucha política y creatividad para imaginar y llevar a la práctica nuevos espacios donde la vida no sólo sea vivible, sino también humanamente satisfatoria -no podría ser de otro modo-. Isabelle Stengers defiende la unión de lxs oprimidxs a través del respeto a la diversidad, y no en la uniformidad de las grandes masas, mediante el establecimiento de vínculos que prioricen la vida humana en toda su heterogeneidad.

No te pierdas la entrevista: está llena de claves para entender y (re)pensar el mundo que nos ha tocado vivir.

Isabelle Stengers : « La gauche a besoin de manière vitale que les gens pensent »


Isabelle Stengers 
tuvo una formación científica. Su trabajo se ha centrado en el
 tiempo y la irreversibilidad. Con el físico belga 
 
 de origen ruso Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química, escribió en 1979 “La Nouvelle Aliance”.
 Posteriormente amplía su ámbito de conocimiento y siguiendo a Foucault y Deleuze, se centra en la crítica de la ciencia moderna. Ha escrito sobre economía y política (“La Sorcellerie Capitaliste, con Philippe Pignarre, 2005), o bien sobre filosofía (Penser avec Whitehead, 2006). Más recientemente, ha colaborado con la revista Multitudes, desde un ámbito más político, como en “Au temps des catastrophes” (La Découverte, 2008) y en su último libro, “Une autre science est possible! (Empêcheurs de penser 
en rond/La Découverte, 2013) Su obra, densa 
y creativa es una bocanada de oxígeno para pensar otro mundo posible, al tiempo que constituye una fuente interesante para vivir las 
luchas anticapitalistas.



En “Au temps des catastrophes” usted escribe que 
comenzó otra historia. ¿Cuándo se produce la ruptura?


Isabelle Stengers. Tuve la certeza de que algo importante estaba sucediendo en 1995, cuando un estudio anunció que la mayoría de los franceses creían que sus hijos vivirían peor que ellos. Ya no confiaban en el “progreso”. Desde entonces, hemos tenido repetidas crisis financieras… El libro fue escrito antes de esta crisis. Con los disturbios relacionados con la especulación financiera y el huracán Katrina ya tuvimos excelentes ejemplos de lo que podemos esperar en el futuro. El daño se agrava con el crecimiento de la competitividad, la explosión de la desigualdad social, el caos climático, la contaminación …. Escribí este libro para resistir la desesperación, y para aquellos que están tratando de escribir otra historia, a pesar de las dificultades. Se ha dicho que es más fácil hoy imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Pero todos sabemos que la impotencia que sentimos es parte del problema.


Usted habla de una “Nueva Orleans global” …


Isabelle Stengers. En Nueva Orleans se sabía que podía producirse un huracán como el Katrina y que los diques no aguantarían. Se sabía, pero no se hizo nada. Y cuando llegó el Katrina en agosto del 2005, los ricos que podían huir lo hicieron, y los otros se quedaron, abandonados a sí mismos. Esto es lo que está ocurriendo a escala global: la desgracia para los vencidos, es decir, para los pobres.


Habla de “resistir a la barbarie que viene” en referencia a la alternativa de Rosa Luxembourg: “Socialismo o barbarie”. ¿Es en estos términos 
que usted prevé el futuro?


Isabelle Stengers. Cuando estalló la guerra 
de 1914-1918, Luxembourg escribió que quienes luchaban y morían en el campo de batalla eran los trabajadores con una canción de esclavos en sus labios. Es por eso que grita que el socialismo no está garantizado, que la barbarie es una posibilidad real. Ahora estamos en una situación parecida. Todo el mundo sabe los males de la guerra económica de todos contra todos. Y, sin embargo, toman parte activa en el coro de alabanzas de la competitividad gloriosa. “Lo sabemos, pero…” Un “pero” de lo más peligroso es el que antecede a que “las personas sólo esperan hacer su juego, son egoístas y ciegos.” Sin embargo, lo cierto es que no sabemos de qué es capaz la gente porque viene de una destrucción sistemática de su capacidad de pensar y actuar, es decir, plantear las cuestiones que les conciernen colectivamente. El capitalismo no es sólo explotación, sino también, y quizás en primer lugar, expropiación, desde la expropiación histórica de los “commons” en Inglaterra, cuando los campesinos sin tierra fueron arrojados a los caminos. La cultura práctica de la vida en común ha sido destruida. Y esta expropiación no ha disminuido hoy, sigue en nombre de la racionalización, de ganar tiempo, de la necesidad de controlar. No es que no podamos, es que se nos ha reducido a la impotencia.


Según usted, “la influencia del capitalismo” vino de una “alternativa” infernal.


Isabelle Stengers. Sólo tenemos alternativas infernales desde que el progreso ha perdido su poder de movilización. Esto se puede resumir como: “Estás luchando por algo, pero las consecuencias serán peores. Por ejemplo, si quieres una vida digna, habrá deslocalizaciones, “o” si se pretende una mayor equidad en los impuestos, se provoca la fuga de capitales.” Te atenazan y reducen a la impotencia, y cuando preguntas qué se puede hacer, la única respuesta es:”Debemos esforzarnos para crecer.” Con Philippe Pignarre describimos la instalación de estas alternativas como la captura del poder de actuar, de pensar, de existir y luchar.


Usted deconstruye tanto “
las fuerzas del mercado” como la “gobernanza” de
 “nuestros líderes”… ¿Qué papel juega el Estado?


Isabelle Stengers. Entre el Estado moderno y el capitalismo, hay que hacer una distinción. Uno no es el reflejo del otro. Es más bien una especie de pacto asimétrico que define lo que Estado deja hacer al capitalismo y lo que el capitalismo obliga a hacer al Estado. Con el neoliberalismo, se ha ido redefiniendo el pacto bajo el signo de la desregulación. Nuestros políticos se han privado de todos los resortes que les permitían actuar y lo han hecho en favor de las instituciones no elegidas, al servicio del crecimiento, la competitividad, la libre circulación de capitales, etc. El Estado no desaparece: se convierte en nuestro capataz que debe evitar el pánico, la rebeldía, la desmovilización. Los políticos dicen ser “responsables”, pero sólo lo son de nosotros, de que sigamos “motivados”.


¿De qué palancas disponen los anticapitalistas para que surja una alternativa posible?


Isabelle Stengers. No soy de un optimismo desbocado. Sin embargo, me parece que desde hace unos diez años han surgido luchas de un nuevo estilo. La lucha contra los transgénicos, por ejemplo, ha recreado el pensamiento político sobre el tipo de agricultura y mundo que estamos construyendo. Ha sido capaz de conectar a los agricultores, para los que los transgénicos son una nueva expropiación, con la lucha anticapitalista en contra de la influencia de las patentes, y con los científicos alarmados por las consecuencias. Así aprendieron unos de otros y el movimiento ha logrado rechazar lo que se proponía como un progreso innegable. La insumisión se enriquece, se apodera de nuevas cuestiones. La inventiva de este tipo de alianza crea complicidades, connivencias, nuevas capacidades para resistir donde el capitalismo divide – enfrentando a sindicatos con ambientalistas, por ejemplo – y me parece más prometedor hoy que el “todos juntos” que da al enemigo la posibilidad de elegir el punto de confrontación. Necesitamos experiencias mutuas co-aprendiendo a crear múltiples causas móviles y comunes de solidaridad en la lucha contra el sentimiento de impotencia que crean las divisiones instaladas.


¿Esto es lo que usted llama “reapropiación”?


Isabelle Stengers. Reapropiación no es sólo la lucha contra la explotación, por la redistribución de la riqueza producida. Es curarse de los efectos de la expropiación de manera que se pueda defender lo que consideramos importante. Esta es la condición de lo que a veces se denomina inteligencia colectiva, aprender a pensar por, gracias y con los demás.


El colectivo es poderoso si es múltiple, si inventa formas de plantear los problemas que cada uno, de forma aislada, no sería capaz. Los activistas estadounidenses han aprendido mucho al respecto, porque se dieron cuenta de que esta reapropiación no puede esperar a la “revolución”: debe ser parte de la misma lucha.


En otros trabajos habla de “situaciones que producen igualdad.” ¿Podemos ver en ellas 
la elaboración de alternativas de progreso?


Isabelle Stengers. Hay que desafiar nuestras categorías de pensamiento. Por ejemplo, me sirvo del concepto “Gaia”: Algunos consideran que la Tierra es un recurso para ser explotado, otros que hay que protegerla, pero pocos creen que tiene un poder enorme que nos puede destruir, y muy rápidamente. Esta constatación cambia muchísimo las cosas. Ya no se trata de explotar o proteger, sino de aprender a tener cuidado. La amenaza de caos climático no va a volver a su caja, los seres humanos deben ahora lidiar con el poder que sus actividades han desencadenado. Deben aprender a prestar atención, que es precisamente lo que la versión capitalista/estatista de progreso nos ha hecho olvidar. Hay que re-aprender a pensar una situación en todas sus dimensiones, con todas sus consecuencias. Para ello necesitamos “producir igualdad”, lo cual significa reunir a todos aquellos que se ven afectados y asumir que todos están facultados para ejercer sus conocimientos o experiencia. Esto es lo que hemos desaprendido dando el poder a los expertos, pero para reaprender la igualdad no debe ser formal, debe ser efectiva, porque no hablamos de innovaciones técnicas, sino de suscitar la confianza en sí mismo y en los demás. (…)


Según usted, el acoplamiento entre 
lucha política y creación ofrece una nueva capacidad 
para ser felices. ¿Es esto ser de “izquierdas”?


Isabelle Stengers. Según Gilles Deleuze, hay una diferencia fundamental entre la izquierda y la derecha. La izquierda necesita un pueblo vital, que piense. Esto no quiere decir que invente teorías, sino que tome en su mano, de forma colectiva, los asuntos que les conciernen. En el siglo XIX, esto es lo que hace la clase obrera cuando crea las bolsas de trabajo, las mútuas…. La derecha necesita que la gente acepte el orden establecido, sea el que sea, siempre y cuando lo respete. Los dispositivos que producen la igualdad son de “la izquierda”. Lo que exigen puede ser difícil, pero aprender a estar a la altura del problema, no someterse a generalidades, produce una alegría creadora. Cuando las voces hasta ahora reprimidas y desacreditadas, reducidas a gruñidos, se transforman en conocimiento articulado, se plantea mucho mejor el problema. Alianzas inesperadas se hacen posibles. Lo que nos amenaza es la división y el resentimiento; la alegría es lo contrario al resentimiento, y es lo que puede ser comunicado a otros. Y hay que alegrarse con las historias que nos muestran cómo, abriendo la imaginación, han surgido soluciones cuando todo parecía bloqueado: “Si ha sido posible en otro lugar, entonces puede ser posible aquí”.

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