ESPAI URBÀ

La ciudad es "el medio ambiente" de la historia porque es a la vez concentración del poder social que hace posible la empresa histórica y la conciencia del pasado
Guy Debord


CIUDAD SIN FIN
"Ciudad Sin Fin" (2015) es un cortometraje documental escrito, dirigido y producido por Paulina Ortega y Mauricio Arechavala con el apoyo del CUEC UNAM.

"A veces ciudades diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre, [...] nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí"
Italo Calvino, "Las Ciudades Invisibles"

En el Distrito Federal existen 178 pueblos y barrios originarios. El pueblo de Xoco es uno de los 9 pueblos originarios que se conservan en la Delegación Benito Juárez. En 2010 inicia la construcción del proyecto "Ciudad Progresiva". La maquinaria pesada y las profundas excavaciones irrumpen en la vida de los vecinos: 5 edificios de departamentos de 11 a 32 niveles, sótanos comerciales y más de 10.000 cajones de estacionamiento además de la torre más alta de América Latina con 60 niveles y más de 260 metros de altura que contaría con departamentos, oficinas y un hotel de lujo.
Con el argumento del mejoramiento urbano en Xoco, el gobierno cambió el uso del suelo de los predios de "Ciudad Progresiva", permitiendo que se realice cualquier tipo de construcción con las consecuencias que ello trae para la población originaria de la zona: subidas de los precios prediales que pasan de 1200 pesos por año a más de 14.000 y el peligro a ser desplazados en un corto plazo de tiempo. 






SÓLO PARA TURISTAS
Foto de Marc Javierre-Kohan


Muchas ciudades europeas están sufriendo una auténtica plaga en forma de masas de turistas que se apropian de barrios enteros proclamados "históricos" o "tradicionales", que se ven crecientemente vaciados de lo que fue su gente. El riesgo en este caso es culpabilizar al turista de ello. El problema no es que haya turistas, sino que sólo haya turistas. No son los turistas quienes han convertido barrios y ciudades en parques temáticos, sino la gestión de la ciudad como negocio y como dinero. El proceso de sustitución de clases populares por la nueva clase turista está sucediendo contra los intereses de una buena parte esos mismos turistas, que es probable que hayan ido al encuentro de una realidad humana y urbana que se les escamotea.

Lo que el turista  contempla no son ciudades reales, sino un mero decorado preparado para él. Esas zonas urbanas tematizadas –a veces ciudades enteras– son pura fachada, una fachada tras la cual no suele haber nada, como tampoco lo hay alrededor. En torno a los monumentos y los "lugares emblemáticos" sólo hay espacios al mismo tiempo fantásticos y fantasmáticos, concebidos sólo para los ojos de un turista al que se han vendido ciudades-abalorio, zonas acotadas en que se escenifican todo tipo de tópicos, caricaturas de realidades culturales que se despliegan ahora deformadas y ridículas, convertidas en pantomimas con que divertir a quien en realidad se está engañando. Esos decorados "históricos" o "idiosincrásicos" son falsificaciones o parodias, estafas de las que el turista es la primera víctima, puesto que se le ofrece un producto adulterado, una mala imitación de lo que las agencias, los operadores y las guías les prometieron.

La oferta turística manipula un material que no puede ser otro que el de una cierta imagen de autenticidad. A través de sus operadores públicos o privados, la ciudad que recibe al turista no puede sustraerse de brindarle a éste lo que éste le pide, que no es sino la confirmación de un cierto sistema de representación que el visitante debe ver confirmado y que no puede en modo alguno ser ni desmentido ni contrariado. La ciudad que ha sido total o parcialmente dispuesta para atraer al consumidor turístico, tanto las autoridades como buena parte de los propios habitantes –sobre todo los más directamente involucrados en el fenómeno y su dimensión económica– saben que es lodiferente, lo particular, lo genuino lo que deben mostrar enfáticamente, conscientes como son de lo que se espera por parte del forastero que acude a visitarlo. Los turistas vienen a ver «lo que hay que ver», esos puntos de las guías turísticas marcados como saturados de poder evocador y de valores simbólicos, enclaves que no pueden  ser soslayados, y que son los que justifican en torno a ellos todo tipo de infraestructuras y equipamientos. Por otra parte, el turista no espera en realidad nada nuevo, nada que no sea demostrarse a sí mismo y a quienes exhiba luego los testimonios de su desplazamiento, que de veras existe todo aquello que antes le enseñaron las películas, los reportajes televisivos, las revistas de viajes, los libros ilustrados, los prospectos de promoción.

Y es que la turística es un tipo de industria cuya función es la de proporcionar el cumplimiento de sueños. Se cumple así el presagio de Alvin Toffler que, a finales de los sesenta del siglo pasado, adivinaba ya la aparición de potentes industrias basadas no ya en manufacturar productos ni en ofrecer servicio alguno, sino en hacer posibles lo que llamaba «industrias de la experiencia» y auguraba para ellas que acabarían constituyéndose en uno de los pilares del triunfo final de una economía post-servicio. Puesto que se va en pos de la confirmación de sus ensueños, al turista se le ofrece sobre todo lo falso, paradójicamente presentado como lo verdadero. En nombre de la preservación de cascos históricos se generan entonces proscenios huecos que, a pesar de que pretenden encarnar lo vernacular de cada ciudad, se parecen cada vez más unos a otros. Nada más parecido a un centro histórico museificado que otro centro histórico museificado. Por mucho que los edificios y monumentos principales sean distintos, uno siempre tiene la impresión de pasear por las mismas callejuelas llenas de los mismos establecimientos para turistas y, por supuesto, de los mismos turistas. La disposición de estos auténticos no-lugares trata de responder la exigencia que el turista plantea de una parcela de utopía urbana, un universo sin contradicciones ni traumas, pasaje a una burbuja de coherencia y continuidad en un mundo como el nuestro, cada vez más fragmentario e incongruente.  

El centro “histórico” o el barrio "pintoresco" —los cascos viejos vascos se me antojan un ejemplo de ello—, constituyen intentos de triunfo de lo previsible y lo programado sobre la vida urbana real, esas calles y plazas en que, día a día, todo se junta y amontona, porque en ellas y por ellas transcurre lo bueno y lo malo de la vida. En cambio, en la ciudad de mentirijillas en la que se encierra a los turistas todo está siempre bajo control y no caben ni la sorpresa ni el sobresalto. Por eso hay que procurar que los turistas no se desvíen nunca de los circuitos marcados para ellos, puesto que en sus márgenes la ciudad verdadera no deja nunca de acecharles. Fuera de los hitos señalados en el plano que el turista maneja, un poco más allá, no muy lejos de las plazas porticadas, las catedrales, los barrios singulares, los museos de formas inverosímiles..., se despliega la ciudad a secas, lo que el turista no debe ver, lo que hay, lo que se opone o ignora el sueño metafísico que las guías prometen y no pueden brindar y que es una ciudad transparente y dócil que, quieta, indiferente a la vida, se pavonea de lo que ni es, ni nunca fue, ni será. No hay "ciudades históricas", porque toda ciudad es, por definición, una historia interminable. 
                                                                                                                      Article de Manuel Delgado
   publicat al seu bloc El cor de les aparences
CINE Y GENTRIFICACIÓN

Ficción Inmobiliaria recopila material formado por películas de ficción donde las problemáticas asociadas a la cuestión de la vivienda aparecen en la trama principal o cruzadas con ésta. 

La ficción rara vez trata sobre lugares; en la ficción importa la historia. Pero si atendemos a la localización, sin dejar de prestar atención a la trama, podremos acceder a parte del conocimiento fílmico almacenado en la imagen audiovisual. Analicemos ese residuo de conocimiento objetivo del contexto filmado:

Algunas ciudades resultan un escenario paradigmático para las tramas inmobiliarias. Nueva York, Londres o Los Ángeles son escenarios en transformación constante, de los que algunas películas suponen un registro de lo que borró el progreso. 

¿Qué queda hoy del edificio que consiguió resistir a la demolición gracias a la ayuda de unos pequeños platillos volantes enBatteries not includes (estrenada en España como Nuestros maravillosos aliados)? Dado que la historia transcurre en un edificio solitario en medio de los escombros, explicaba el productor Ronald Schwary , teníamos que encontrar un terreno baldío con edificios quemados alrededor. Finalmente nos decidimos por un edificio real en la 8th Street entre las avenidas C y D en elLower East Side de Nueva York. El edificio ya no existe. En su lugar se encuentra hoy la subestación de la Oficina de Vivienda, en un entorno bien diferente. El Lower East Side ha sido el escenario de grandes transformaciones urbanas.

Pocos años antes de la filmación de Batteries not includes, ese mismo escenario fue testigo de una fuerte alianza entre la industria cultural y mercado inmobiliario. Comenzaba el proceso de gentrificación del Lower East Side, acompañado y potenciado por una rápida mercantilización de la subcultura local. Downtown 81 es un caso singular: una ficción representada por los mismos protagonistas de la vida real. Más interesante que su biopic Basquiat, esta ficción deja entrever cierta consciencia del artista instrumentalizado. Sin duda, no la suficiente, como ya manifestaran coetáneos menos marketinianos: Por más contracultural que parezca su pose, la usencia total de auto-reflexión política condenó al arte del Lower East Side a la reproducción de la cultura dominante.

Continuando en Nueva York, encontramos algunas películas de ficción que resultan premonitorias. En Do the right thing(estrenada en España como Haz lo que debas) la trama transcurre en Bedford-Stuyvesant, conocido como Bed-Stuy, barrio que fue durante décadas un núcleo cultural afroamericano en Brooklyn. Con actitud territorial, un grupo de chicos del barrio confronta la llegada de un nuevo vecino de clase media. La presencia del chico blanco es indicativa y amenazante. Fuera de la ficción, algunos años después de que Bedford-Stuyvesant fuese aclamado en el Times como la nueva región de inversión en Brooklyn, el barrio se ha convertido en un suceso y los vecinos que en los 80 habitaban el barrio, hoy son desplazados.

East End of LondonCockneys vs Zombies (estrenada en España como Invasión Zombie) es una de esas películas que utilizan a los zombies como representación del consumidor descerebrado, con la original particularidad de que aquello que sus zombies consumen descerebradamente son principalmente espacios urbanos. Un planteamiento no muy alejado de la realidad espacial del East End, donde la construcción del Olimpic Park ha supuesto una profunda transformación en la zona, impulsando un proceso de gentrificación que está rediseñando el área y expulsando a las poblaciones tradicionales (cockneys) de sus barrios.

La imagen del East End como sinónimo de pobreza y miseria ha sido largamente explotada por los promotores inmobiliarios en las últimas décadas para poner en práctica proyectos de desarrollo urbano agresivos, desarrollados a través de la empresa privada, como Canary Wharf, en la década de 1980. Hoy la ficción hace justicia en filmes como Tower Block (estrenada en España como Francotirador) .

Londres, la ciudad que inspiró el termino gentrificación, no puede olvidar cuanto hay de choque de clases en los conflictos urbanos. High Hopes (estrenada en España como Grandes ambiciones ) ahonda en estas fricciones. Si la realidad del barrio deKing's Cross a finales de los 80 dio de sí lo suficiente para alimentar la ficción de esta comedia social, hoy, tras una inversión de2mil millones de libras, la ficción se ha desbordado, transformando un área de edificios catalogados y hectáreas de terrenos abandonados en un futuro epicentro para la clase creativa.

El derecho a la ciudad de las clases bajas ha inspirado innumerables películas de ficción. Boyz n the Hood (estrenada en España como Los chicos del barrio) intenta recoger en dos horas de metraje un amplio abanico de las problemáticas que a finales de los 80 sufría la marginada comunidad negra de South Central, en la ciudad de Los Ángeles. Entre ellas lagentrificación, que no ha tardado en llegar al Inglewood de la esfera real, en la actualidad demandado por artistas blancos de clase media que tímidamente se van instalando en la zona.

Algunas ficciones transcurren sobre el telón de fondo de los fuertes intereses que los barrios populares de las áreas centrales despiertan en los villanos, para los que el territorio es sólo un suelo que rentabilizar, y sus habitantes molestos estorbos a la inversión. Life Stinks (estrenada en España como Qué asco de vida) sugiere que aquellos que controlan el mercado inmobiliario, se verían menos propensos a la especulación tras una larga exposición a la realidad de los más desfavorecidos. Quizá esto sólo sea posible en la ciudad de Los Ángeles, cuna de Hollywood, la gran fábrica de ficciones, que, por otro lado, debe su nombre a una promotora inmobiliaria.

Incluso aquellas películas con una localización ficticia, no pueden evitar referenciar a la realidad. Pongamos por ejemploToontown (o Dibullywood, en la versión doblada al castellano), ciudad amenazada en Who framed Rogert Rabbit (estrenada en España como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?). El dilema del tráfico arrasa barrios, en este caso imaginarios. Pero tales soluciones distan mucho de ser ficción. Quizá los guionistas de Who framed Roger Rabbit encontraron inspiración en la lucha deJane Jacobs contra el controvertido proyecto Lower Manhattan Expressway, autopista elevada de ocho carriles que pretendía arrasar el Greenwich Village de finales de los 60. O Treasureville, en el anime Tekkon Kinkreet, barrio ficticio basado en las calles de Kichijoji y Gotanda, en Tokio. Kichijoji es conocido como barrio bohemio, kitch, cultural, del centro trend de Tokio. El distrito de Gotanda pasó de ser industrial a área residencial y de negocios, convirtiéndose en la sede de firmas multinacionales y compitiendo con Kabukicho como barrio rojo. Ambas, transformaciones que amenazan al “pasado de moda” barrio ficticio deTreasureville.

Pero no sólo las grandes megápolis inspiran tramas de suspense inmobiliario. Homebodies (estrenada en España como Locos asesinos) es una película sobre personas de edad avanzada que son desalojadas de sus hogares para dar paso a la renovación urbana, y sus inútiles esfuerzos para desafiar el progreso. La mayor parte de las escenas exteriores fueron filmadas en Queengate, antigua zona industrial del área central de Cincinnati, y actualmente en desarrollo dentro del programa de renovación de la ciudad. Le mani sulla città (estrenada en España como Las manos sobre la ciudad) denuncia mediante la ficción la corrupción política y especulación inmobiliaria en la Italia de los años 60, con Nápoles como decorado. Y algunas de las más originales e inspiradoras estrategias de resistencia de los habitantes de las ciudades contra la injusticia inmobiliaria fueron ficcionadas en el centro de la ciudad de Bogotá, como muestra La estrategia del Caracol, metáfora del acoso inmobiliario, basada en la realidad de una ciudad con un sistema social altamente estratificado.

También el cine español es una fuente documental para el estudio de los barrios marginales y las transformaciones urbanas. Como el crimen inmobiliario con motivaciones aspiraciones de Chuecatown, cuya trama ironiza sobre uno de los más evidentes procesos de gentrificación en MadridChueca, barrio degradado en los 70, es en la actualidad una zona de caras viviendas rehabilitadas y sector terciario exclusivo. Cómo llegó a ser así es toda una historia de suspense.

Que la solución llegue en un sueño, como resuelve la trama de El inquilino, es una posibilidad solo deseable en la ficción, que la realidad ha de combatir.


En este collage de ficciones en las que la ciudad y sus habitantes son los protagonistas se esconde el registro de los conflictos urbanos asociados al modelo socioeconómico de una época. De igual manera, sus desenlaces proyectan un abanico de soluciones sólo limitadas por la imaginación. Quizás podamos apreciar el cine de ficción por sus revelaciones documentales, y otorgar nuevas resonancias y significados a este sugerente orden narrativo





Publicado en Left Hand Rotation

LO URBANO COMO SOCIEDAD SIN ASIENTO
Foto de Vivian Maier. Mayo 1953, New York
Uno vive en su casa. Es decir, vive en un lugar construido, con paredes, techo, ventanas y puerta, al que no en vano llamamos vivienda o espacio para vivir, dando a entender de algún modo que lo que uno encuentra fuera de ella no es exactamente vida. Y es que es bien cierto que –como Richard Sennett nos ha mostrado en alguno de sus mejores trabajos– ese hogar en que se espera que se convierta una vivienda es el lugar de las certidumbres que, a partir de cierto momento del siglo XIX, se levanta contra el temblor crónico de la vida pública, una vida de la que se repite que, en efecto, no es del todo vida, hasta tal punto está marcada por la frialdad, el interés y la desorientación moral. En cambio, frente a esa perspectiva que inventa el hogar y maligniza el espacio que lo rodea –y que se concibe casi como acechándolo–, aparecen, en ese mismo momento, otras visiones que hacen el elogio de la experiencia exterior, esto es de la vida fuera de la vivienda, a la intemperie de un espacio urbano convertido en una dinamo de sensaciones y experiencias.

           

Se da, por tanto, un contraste radical entre una vivencia de lo cierto y confiable que uno puede encontrar sólo en su domicilio, del que de pronto se deserta, y otra vivencia distinta, mucho más incierta, a la que no le podría corresponder morada alguna. Arrebatado por una atracción que lo abduce hacia afuera, el padre de familia dimite de su lugar estable en una institución primaria –la familia, cuya sede natural es la vivienda devenida hogar– y se pierde, de noche, por las calles. Esa contraposición entre las experiencias del dentro y del afuera ayuda a entender la ciudad bajo dos perspectivas distintas: la que la contempla como lugar de implantación de grupos sociales –entre ellos la propia familia, pero también el grupo étnico, la corporación profesional, la confesión religiosa, la asociación civil, el club de amigos, etc.– y la que la reconoce como esfera de los desplazamientos. En el primer caso, los segmentos sociales agrupados de manera más o menos orgánica pueden percibirse como unidades discretas, cada una de las cuales requiere y posee una localización, una dirección, es decir un marco estabilizado y ubicado con claridad, una radicación estable en el plano de la ciudad. Ese lugar edificado en que se ubican los segmentos sociales cristalizados de cualquier especie contrasta con ese otro ámbito de los discurrires en que también consiste la ciudad y cuyo protagonismo corresponde plenamente al viandante y a las coaliciones momentáneas en que se va viendo involucrado –nunca mejor dicho– sobre la marcha. Si el grupo social tiene una dirección, un sitio, el transeúnte es una dirección, es decir un rumbo, o, mejor dicho, un haz de diagramas que no hacen otra cosa que traspasar de un lado a otro no importa qué trama urbana.



Lo que distingue a la ciudad de las implantaciones de la los desplazamientos –la primera sometida a una lógica de territorios, la segunda a una de superficies– es el tipo de sociabilidad que prima en cada una de ellas. Los colectivos interiores están formados por conocidos, a veces por conocidos profundos; los exteriores, en cambio, los constituyen desconocidos totales o relativos. Eso implica el despliegue de códigos de relación del todo distintos en un escenario y el otro. Se da por supuesto que cualquier forma de entidad colectiva que establezca un lugar en la ciudad en que existir en tanto que tal –una sede social, un número en una calle– puede exigirle a sus componentes un grado variable de firmeza, es decir un compromiso de conducta leal en relación con los postulados en que la asociación reunida o reunible bajo techo se funda. Los miembros del grupo social avencidado tienen entre sí una deuda mutua de franqueza a la que los viandantes que mantienen entre sí relaciones deslocalizadas y efímeras no están ni remotamente obligados. En eso consiste la singularidad del vínculo social que caracteriza la vida en exteriores urbanos: en que está hecho de una mezcla de extrañamiento y aversión entre masas corpóreas que se pasan el tiempo expuestas a la mirada ajena y que se protegen como pueden unas de otras mediante diversas capas de anonimato. Una sociedad sin asiento, hecha de cuerpos que se esquivan y miradas que se rehúyen, en paisajes que son siempre pasajes. Ese tipo de relación basada en el distanciamiento y la reserva puede conocer, no obstante, desarrollos imprevistos, desencadenar encuentros inopinados, experimentar sorpresas y turbulencias, en un espacio abierto y disponible para que actúe sobre él la labor incansable del azar.



Planteándolo en otros términos. De un lado, formas de vida social dotadas de sede, cuyos actores principales son colectivos humanos percibidos como unidades exentas y dotadas de algún tipo de congruencia, que podían remitir su existencia como amalgamas estables a un punto más o menos fijo en el mapa de la ciudad. Es decir, entidades cristalizadas constituidas por conocidos entre sí, socios –sentimentales, deportivos, religiosos, estéticos, políticos, corporativos, vecinales, etc.–, cuya conducta recíproca está regulada por códigos en mayor o menor medida institucionalizados. Del otro, formas de vida social no asentadas que tienen lugar en los afueras, incluyendo aquellos interiores construidos que funcionan como corredores o estancias y que convocan para funcionar la lógica de la calle o de la plaza: pasillos del metro, vestíbulos o salas de espera, lugares semipúblicos dedicados al ocio y al encuentro, centros comerciales... En esos contextos superficiales –en el sentido de que se dan en la superficie y que por ellos sólo cabe deslizarse–, la seguridad que ampara ciertas relaciones humanas supuestamente más profundas se debilita y los códigos más sólidos pierden eficacia organizadora y descubren su vulnerabilidad o su reversibilidad. A los individuos y a las agrupaciones humanas que uno puede contemplar desplegando su actividad hormigueante en los espacios exteriores y accesibles de cualquier ciudad solemos llamarles gente. En tanto que unidad societaria, la gente –del paseante o la pareja solitarios a los tumultos de masas– no tiene nada que ver con esas comunidades territorializadas identificadas o identificables de las que los modelos serían la familia, la nación o la tribu.



Frente a cualquier modalidad de corporación humana atrincherable, los individuos que conforman esa unidad social nomádica e inestable –la gente–, y que son transeúntes o coaliciones de transeúntes, se escabullen de cualquier catalogación clara y parecen vivir una experiencia masiva de la desafiliación cultural. Frente a la simplicidad existencial que debe caracterizar la experiencia en el adentro techado, en el afuera, a la intemperie, los grupos ven disuelta su congruencia y los individuos han de someterse a altísimos niveles de indeterminación. En efecto, en el exterior se puede contemplar cómo se hacen y deshacen constantemente asociaciones humanas espontáneas, en tanto es un extraordinario dispositivo de sobreentendidos y acuerdos tácitos lo que la hace posible. Lo que singulariza esas configuraciones sociales extrañadas –en el sentido de protagonizadas por extraños entre sí y de que aparecen en todo momento abiertas al asombro– es su fluidez, así como las interrupciones e irrupciones que no dejan nunca de afectarlas. En ese ámbito de la distorsión y del dislocamiento, la cultura –entendida como forma que adoptan las relaciones sociales– la conforman convenciones estandarizas –“buenas maneras”– que no tardan en demostrarse ejes para la convivencia entre desconocidos, o, lo que es igual, para esa forma de vida estructurada por la movilidad a la que damos en llamar urbana.

Texto de Manuel Delgado
Fragmento del artículo "Elogio del afuera"
Publicado en su blog El cor de les aparences
 

LA RESIDENCIA DE LOS DIOSES ¿SUFRIERON ASTÉRIX I OBÉLIX UN PROCESO DE GENTRIFICACIÓN ?
El 4 de marzo de 1971 apareció en la revista francesa Pilote la aventura número 17 de "Astérix, El Galo", que llevó por título "La Residencia de los Dioses" (editada también en formato libro). En ella encontramos una interesante representación ficticia muy cercana a los procesos de gentrificación (o al menos de buena parte de sus etapas), simbolizando la llegada de la burguesía en los romanos y la conocida resistencia de los vecinos locales en los galos.

El argumento del episodio según wikipediaJulio César tiene la idea de construir una urbanización de lujo junto a la aldea gala donde vive Astérix, con la intención de que la aldea acabe sucumbiendo a la atracción de la modernidad romana y abandone su lucha contra los romanos. Para desgracia de los inquilinos de la Residencia de los Dioses, una insulae (finca de varios pisos donde se alojaban ciudadanos de clase media en la Antigua Roma, construída con materiales baratos), Asurancetúrix se muda a uno de los pisos, provocando el descontento y numerosas quejas. Al principio parece que se adaptan a la manera de vivir romana y entablan buenas relaciones, pero pronto se extiende el caos y se dan cuenta de que no pueden dejar que les invadan los romanos, y menos tan pasivamente. Finalmente, los aldeanos deciden expulsar a sus molestos visitantes y el edificio termina derrumbado, con lo que todos los romanos huyen de la zona, haciendo fracasar el plan de César.

Es por ello que "La Residencia de los Dioses" forma parte de la sección de documentación de Museo de los Desplazados.

   Texto publicado en Left Hand Rotation
GENTRIFICACIÓN Y ECONOMÍA HIPSTER, O CÓMO OCULTAR LA POBREZA Y EL RACISMO


On May 16, an artist, a railway service and a government agency spent $291,978 to block poverty from the public eye.


Called psychylustro, German artist Katharina Grosse's project is a large-scale work designed to distract Amtrak train riders from the dilapidated buildings and fallen factories of north Philadelphia. The city has a 28 percent poverty rate - the highest of any major US city - with much of it concentrated in the north. In some north Philadelphia elementary schools, nearly every child is living below the poverty line.


Grosse partnered with the National Endowment of the Arts and Amtrak to mask North Philadelphia's hardship with a delightful view. The Wall Street Journal calls this "Fighting Urban Blight With Art". Liz Thomas, the curator of the project, calls it "an experience that asks people to think about this space that they hurtle through every day". 


The project is not actually fighting blight, of course - only the ability of Amtrak customers to see it.


"I need the brilliance of colour to get close to people, to stir up a sense of life experience and heighten their sense of presence," Grosse proclaims.


"People", in Grosse and Thomas's formulation, are not those who actually live in north Philadelphia and bear the brunt of its burdens. "People" are those who can afford to view poverty through the lens of aesthetics as they pass it by.


Urban decay becomes a set piece to be remodeled or romanticised. This is hipster economics.


Influx of hipsters


In February, director Spike Lee delivered an impassioned critique - derisively characterised as a "rant" by US media outlets - on the gentrification of New York city. Arguing that an influx of "... hipsters" had driven up rent in most neighbourhoods - and in turn driven out the African-American communities that once called them home - he noted how long-dormant city services suddenly reappeared:


"Why does it take an influx of white New Yorkers in the south Bronx, in Harlem, in Bed Stuy, in Crown Heights for the facilities to get better? The garbage wasn't picked up every ... day when I was living in 165 Washington Park... So, why did it take this great influx of white people to get the schools better? Why's there more police protection in Bed Stuy and Harlem now? Why's the garbage getting picked up more regularly? We been here!"

Lee was criticised by many for "hipster-bashing", including African-American professor John McWhorter, who claimed that "hipster" was "a sneaky way of saying 'honkey'" and compared Lee to television character George Jefferson.


These dismissals, which focus on gentrification as culture, ignore that Lee's was a critique of the racist allocation of resources. Black communities whose complaints about poor schools and city services go unheeded find these complaints are readily addressed when wealthier, whiter people move in. Meanwhile, long-time locals are treated as contagions on the landscape, targeted by police for annoying the new arrivals.


Gentrifiers focus on aesthetics, not people. Because people, to them, are aesthetics.


Proponents of gentrification will vouch for its benevolence by noting it "cleaned up the neighbourhood". This is often code for a literal white-washing. The problems that existed in the neighbourhood - poverty, lack of opportunity, struggling populations denied city services - did not go away. They were simply priced out to a new location.


That new location is often an impoverished suburb, which lacks the glamour to make it the object of future renewal efforts. There is no history to attract preservationists because there is nothing in poor suburbs viewed as worth preserving, including the futures of the people forced to live in them. This is blight without beauty, ruin without romance: payday loan stores, dollar stores, unassuming homes and unpaid bills. In the suburbs, poverty looks banal and is overlooked.


In cities, gentrifiers have the political clout - and accompanying racial privilege - to reallocate resources and repair infrastructure. The neighbourhood is "cleaned up" through the removal of its residents. Gentrifiers can then bask in "urban life" - the storied history, the selective nostalgia, the carefully sprinkled grit - while avoiding responsibility to those they displaced.

Hipsters want rubble with guarantee of renewal. They want to move into a memory they have already made.


Impoverished suburbs


In a sweeping analysis of displacement in San Francisco and its increasingly impoverished suburbs, journalist Adam Hudson notes that "gentrification is trickle-down economics applied to urban development: the idea being that as long as a neighbourhood is made suitable for rich and predominantly white people, the benefits will trickle down to everyone else". Like trickle-down economics itself, this theory does not play out in practice.


Rich cities such as New York and San Francisco have become what journalist Simon Kuper calls gated citadels: "Vast gated communities where the one percent reproduces itself." 


Struggling US cities of the rust belt and heartland lack the investment of coastal contemporaries, but have in turn been spared the rapid displacement of hipster economics. Buffered by their eternal uncoolness, these slow-changing cities have a chance to make better choices - choices that value the lives of people over the aesthetics of place.


In an April blog post, Umar Lee, a St Louis writer and full-time taxi driver, bemoaned the economic model of rideshare services, which are trying to establish themselves in the city. Noting that they hurt not only taxi drivers but poor residents who have neither cars nor public transport and thus depend on taxis willing to serve dangerous neighbourhoods, he dismisses Uber and Lyft as hipster elitists masquerading as innovators:


"I've heard several young hipsters tell me they're socially-liberal and economic-conservative, a popular trend in American politics," he writes. "Well, I hate to break it to you buddy, but it's economics and the role of the state that defines politics. If you're an economic conservative, despite how ironic and sarcastic you may be or how tight your jeans are, you, my friend, are a conservative …"


Lee tells me he has his own plan to try to mitigate the negative effects of gentrification, which he calls "50-50-20-15". All employers who launch businesses in gentrifying neighbourhoods should have a workforce that is at least 50 percent minorities, 50 percent people from the local neighbourhood, and 20 percent ex-offenders. The employees should be paid at least $15 per hour.


Gentrification spreads the myth of native incompetence: That people need to be imported to be important, that a sign of a neighbourhood's "success" is the removal of its poorest residents. True success lies in giving those residents the services and opportunities they have long been denied.


When neighbourhoods experience business development, priority in hiring should go to locals who have long struggled to find nearby jobs that pay a decent wage. Let us learn from the mistakes of New York and San Francisco, and build cities that reflect more than surface values.

Artículo escrito por Sarah Kendzior, escritora y estudiante de ciencias políticas y medios de comunicación. Publicado en Aljazeera
Fuente fotografía Yorokobu 


CUANDO LXS EXTRAÑXS SE ENCUENTRAN CON EXTRAÑXS
Según la definición clásica de Richard Sennett, una ciudad es “un asentamiento humano en el que los extraños tienen probabilidades de conocerse”. Quiero agregar que esto significa que los extraños tienen probabilidades de encontrarse en su calidad de extraños, y que posiblemente seguirán siendo extraños tras el ocasional encuentro que termina de modo tan abrupto como comenzó. Los extraños se encuentran de la manera que corresponde a los extraños; un encuentro entre extraños no se parece a un encuentro entre familiares, amigos o conocidos —es, comparativamente, un desencuentro—. En el encuentro entre extraños no se retoma el punto en el que quedó el último encuentro, ni se recuentan las pruebas y tribulaciones o las alegrías del ínterin, ni hay recuerdos comunes: no hay nada en qué basarse ni qué seguir en el curso del encuentro presente. El encuentro entre extraños es un acontecimiento sin pasado. Con frecuencia es también un acontecimiento sin futuro (se supone y se espera que esté libre de un futuro), una historia que, sin dudas, no “continuará”, una oportunidad única, que debe ser consumada plenamente mientras dura y en el acto, sin demora y sin postergaciones para otra ocasión. Como la araña, cuyo mundo está encerrado en la tela que teje con sustancias de su propio abdomen, el único respaldo con el que los extraños pueden contar debe ser tejido a partir del delgado y frágil hilo de la apariencia, las palabras y los gestos. En el momento del encuentro no hay tiempo para ensayo y error, ni aprendizaje a partir de los errores ni esperanza alguna de tener otra oportunidad.

De ello se desprende que la vida urbana exige un tipo de habilidad bastante especial y sofisticada, toda una familia de habilidades que Sennett consignó bajo el rótulo de “civilidad”, es decir, 
“la actividad que protege mutuamente a las personas y que no obstante les permite disfrutar de su mutua compañía. Usar una máscara es la esencia de la civilidad. Las máscaras permiten una sociabilidad pura, ajena a las circunstancias del poder, el malestar y los sentimientos privados de todos los que las llevan. El propósito de la civilidad es proteger a los demás de la carga de uno mismo.”
Por cierto, se espera que el propósito sea recíproco. Proteger a otros de una carga indebida, cuidando de no interferir con sus asuntos, sólo tiene sentido si uno puede esperar una generosidad y una restricción similares por parte de los otros. La civilidad, como el lenguaje, no puede ser “privada”. Antes de convertirse en un arte aprendido individualmente y practicado privadamente, la civilidad debe ser una característica del entorno social. El entorno urbano debe ser “civil” para que sus habitantes puedan aprender las difíciles destrezas de la civilidad.

¿Pero qué significa que el entorno urbano sea “civil” y, por lo tanto, un sitio hospitalario para la práctica individual de la civilidad? Significa, fundamentalmente, la provisión de espacios que la gente puede compartir como personæ publica —sin que se la inste, presione u obligue a quitarse la máscara y “soltarse”, “expresarse”, confesar sus sentimientos íntimos y exhibir sus pensamientos, sueños y preocupaciones más profundos— Sin embargo, también significa una ciudad que se presenta a sus residentes como bien común que no puede ser reducido al conglomerado de los propósitos individuales y como tarea compartida que no puede realizarse por medio de una multitud de propósitos individuales, como una forma de vida con vocabulario y lógica propios y con su propia agenda, que es (y debe seguir siendo) más extensa y más rica que cualquier preocupación o anhelo individual —de modo que “usar una máscara pública” es un acto de compromiso y participación y no de “descompromiso”, una retirada del “verdadero yo”, que opta por salirse de las relaciones y e1 involucramiento mutuos, una manifestación del deseo de quedarse solo y de dejar solos a los demás—. 

En las ciudades contemporáneas hay muchos sitios que reciben el nombre de “espacios públicos”. Los hay de muchas clases y medidas, pero casi todos ellos pertenecen a una de dos categorías. Estas categorías se apartan del modelo ideal de espacio civil en dos direcciones opuestas aunque complementarias. 

Plaza La Défense, Paris -Francia-
El lugar llamado La Défense, una enorme plaza situada en la ribera derecha del Sena, concebida, comisionada y construida por François Miterrand (como monumento duradero de su presidencia, en la que el esplendor y la magnificencia del cargo estaban desconectados de las debilidades y los fracasos de su titular), encarna todos los rasgos de la primera de las dos categorías de espacio público urbano pero enfáticamente no “civil”. El visitante de La Défense advierte de inmediato que se trata de un lugar inhóspito: todo lo que está a la vista inspira respeto pero desalienta la permanencia. Los edificios de formas fantásticas que rodean la enorme plaza vacía están hechos para ser mirados, no para entrar en ellos: envueltos de arriba abajo en cristal espejado, no parecen tener ventanas ni puertas de acceso abiertas a la plaza; con gran ingenio, consiguen darle la espalda a la plaza que rodean. Resultan, a la vista, imperiosos e impenetrables —imperiosos por impenetrables, ya que ambas cualidades se complementan y se refuerzan mutuamente—. Estas fortalezas/ermitas herméticamente selladas están en el lugar, pero no pertenecen a él... y estimulan a cualquiera que esté perdido en la chata vastedad de la plaza a seguir su ejemplo y sentirse del mismo modo. Nada mitiga ni interrumpe el vacío uniforme y monótono de la plaza. No hay bancos donde sentarse, ni árboles cuya sombra ofrezca refugio del sol y permita refrescarse. (Sí hay, por cierto, un grupo de bancos dispuestos geométricamente en un extremo del espacio; están colocados sobre una plataforma un poco elevada, por encima del nivel de la plaza —una plataforma semejante a un escenario, donde el acto de sentarse a descansar sería ofrecer un espectáculo a los otros que, a diferencia de los que se sientan, tienen algo que hacer allí—.) Una y otra vez, con la monótona regularidad del horario del subterráneo, esos otros —como una atareada fila de hormigas— emergen de la tierra, se despliegan sobre el pavimento de piedra que separa la salida del subterráneo de alguno de los relucientes monstruos que rodean (sitian) la plaza y desaparecen rápidamente. El lugar vuelve a quedar vacío... hasta la llegada del próximo tren. 

La segunda categoría de espacio público pero no civil está destinada a prestar servicios a los consumidores o, más bien, a convertir al residente de la ciudad en consumidor. Según palabras de Liisa Uusitalo, 

“los consumidores suelen compartir los espacios físicos de consumo como salas de concierto o de exhibición, sitios turísticos, de actividad deportiva, shoppings y cafeterías, sin mantener ningún tipo de interacción social”. 
Esos espacios instan a la acción, no a la interacción. El hecho de compartir el espacio físico con otros actores abocados a una actividad semejante añade importancia a la acción, le da el sello de la “aprobación numérica” y de ese modo corrobora su sentido, lo justifica sin necesidad de mayor argumentación. Sin embargo, cualquier interacción entre los actores los distraería de las acciones a las que están abocados individualmente, y sería una responsabilidad y una ventaja para cada uno de ellos. No agregaría nada al placer de ir de compras, sino que sólo serviría para distraer la mente y el cuerpo de la tarea prevista. 

La tarea es consumir, y el consumo es un pasatiempo absoluto e irredimiblemente individual, una cadena de sensaciones que sólo puede ser experimentada —vivida— subjetivamente. Las multitudes que colman el interior de los “templos del consumo” de George Ritzer son amontonamientos, no congregaciones; grupos, no pelotones; aglomeraciones, no totalidades. Por atestados que estén los lugares de consumo colectivo, no hay nada “colectivo” en ellos. Aplicando la memorable expresión.de Althusser, todos los que entran en esos espacios son “interpelados” en tanto individuos, y se les pide que suspendan o destruyan todo vínculo y que se despojen de sus lealtades o que las dejen de lado transitoriamente. 

Los encuentros, inevitables en un espacio atestado, interfieren con el propósito. Deben ser breves y superficiales: ni más prolongados ni más profundos de lo que lo deseen los actores. El lugar está protegido contra todos los que puedan transgredir esta regla —contra toda clase de intrusos, entrometidos y molestos que podrían interferir con el espléndido aislamiento del consumidor en su salida de compras—. El templo del consumo, bien supervisado, vigilado y protegido, es una isla de orden, libre de mendigos, saqueadores, vagos y merodeadores... o al menos se espera que lo sea. Las personas no se apiñan en estos templos para hablar o socializar; la compañía que eligen disfrutar (o tolerar) es la que llevan con ellas, como los caracoles llevan consigo su hogar.
 Zygmunt Bauman
Modernidad Líquida

LUGARES ÉMICOS, LUGARES FÁGICOS, NO-LUGARES, ESPACIOS VACIOS

Claude Lévi-Strauss, el más grande antropólogo cultural de nuestro tiempo, señaló en Tristes Tropiques que a lo largo de la historia humana se emplearon dos estrategias para enfrentar la otredad de los otros: la antropoémica y la antropofágica. 

La primera estrategia consistía en “vomitar”, expulsando a los otros considerados irremediablemente extraños y ajenos: prohibiendo el contacto físico, el diálogo, el intercambio social y todas las variedades de commercium, comensalidad o connubium. Hoy, las variantes extremas de la estrategia “émica” son, como siempre, el encarcelamiento, la deportación y el asesinato. Las formas superiores y “refinadas” (modernizadas) de la estrategia “émica” son la separación espacial, los guetos urbanos, el acceso selectivo a espacios y la prohibición selectiva de ocuparlos. 

La segunda estrategia consiste en la denominada “desalienación” de sustancias extrañas: “ingerir”, “devorar” cuerpos y espíritus extraños para convertirlos, por medio del metabolismo, en cuerpos y espíritus “idénticos”, ya no diferenciables, al cuerpo que los ingirió. Esta estrategia revistió también un amplio espectro de formas: desde el canibalismo hasta la asimilación forzosa —cruzadas culturales, guerras de exterminio declaradas contra las costumbres, calendarios, dialectos y otros “prejuicios” y “supersticiones” locales.

—. La primera estrategia tendía al exilio o la aniquilación de los otros; la segunda, a la suspensión o la aniquilación de su otredad. 

La semejanza entre la dicotomía de las estrategias de Lévi-Strauss y las dos categorías contemporáneas de espacios “públicos no civiles” resulta notable, pero en absoluto sorprendente. La Défense de París (junto con otras variedades de “espacios interdictorios” que, según Steven Flusty, ocupan un lugar privilegiado entre las innovaciones urbanísticas actuales) es una versión arquitectónica de la estrategia “émica”, en tanto los “espacios del consumidor” representan la estrategia “fágica”. Ambos —cada uno a su manera— responden al mismo desafío: la tarea de enfrentarse con la posibilidad de toparse con extraños, esa característica constitutiva de la vida urbana. Enfrentar esa posibilidad es un problema que requiere medidas “respaldadas por el poder” cuando se carece de hábitos de civilidad o cuando éstos no se han desarrollado o arraigado suficientemente. Las dos clases de espacios urbanos “públicos pero no civiles” derivan de la flagrante ausencia de hábitos de civilidad; ambas enfrentan las consecuencias potencialmente dañinas de esa ausencia, aunque no promoviendo el estudio ni la adquisición de esos hábitos, sino volviendo su posesión irrelevante, de hecho innecesaria, en la práctica del arte de la vida urbana

A las dos respuestas descritas hasta el momento debemos agregar una tercera. Se trata de la representada por lo que Georges Benko, siguiendo a Marc Augé, ha denominado “no-lugares” (o, alternativamente, siguiendo a Garreau, nowherevilles). Los no-lugares comparten algunas características con nuestra primera categoría de lugares ostensiblemente públicos pero enfáticamente no civiles: desalientan cualquier idea de “permanencia”, imposibilitando la colonización o domesticación del espacio. Sin embargo, a diferencia de La Défense —ese espacio destinado únicamente al tránsito y que debe ser abandonado tan rápido como sea posible—, y á diferencia de los “espacios interdictorios” —cuya función consiste en impedir el acceso y que están destinados a ser rodeados y no atravesados—, los no-lugares aceptan la inevitabilidad de una permanencia prolongada de extraños, de modo que esos lugares permiten la presencia “meramente física” —aunque diferenciándola muy poco de la ausencia— de sus “pasajeros”, ya que anulan, nivelan o vacían de toda subjetividad idiosincrática. Los residentes temporarios de los no-lugares varían, y cada variedad tiene sus propios hábitos y expectativas: el truco consiste en volverlos irrelevantes durante su tiempo de estadía. Sean cuales fueren sus diferencias, deben seguir los mismos patrones de conducta. Las claves de uniformidad de los patrones de conducta deben ser legibles para todos, independientemente de los lenguajes que prefieran o los que usen cotidianamente. Sea lo que fuere lo que haya para hacer en los no-lugares, y lo que se haga, todo el mundo debe sentirse como en su casa, aunque nadie debe comportarse como si estuviera en su casa. Un no-lugar “es un espacio despojado de las expresiones simbólicas de la identidad, las relaciones y la historia: los ejemplos incluyen los aeropuertos, autopistas, anónimos cuartos de hotel, el transporte público [...] En la historia del mundo, nunca antes los no-lugares han ocupado tanto espacio”. 

Los no-lugares no requieren dominio del sofisticado y complejo arte de la civilidad, ya que reducen la conducta en público a unos pocos preceptos, simples y de fácil aprendizaje. A causa de esa simplicidad, tampoco funcionan como escuelas de civilidad. Y como en la actualidad “ocupan tanto espacio”, ya que colonizan tramos cada vez más grandes del espacio público y los remodelan a su imagen y semejanza, las ocasiones de aprender el arte de la civilidad son cada vez menos y más espaciadas. 

Las diferencias pueden ser vomitadas, devoradas, alejadas, y hay lugares que se especializan en cada una de esas alternativas. Pero las diferencias también pueden ser “invisibilizadas”, borradas a la vista. Ése es el logro de los “espacios vacíos”. Tal como proponen Jerzy Kociatkiewicz y Monika Kostera, quienes acuñaron el término, los espacios vacíos son

"[...]lugares a los que no se les adscribe sentido alguno. No tienen que estar físicamente aislados por medio de cercas o barreras. No son lugares prohibidos, sino espacios vacíos, inaccesibles debido a su invisibilidad. Si la extracción de sentido es un acto que implica pautar, comprender, resituar la sorpresa y crear significado, nuestra experiencia de los espacios vacíos no incluye la extracción del sentido."
Los espacios vacíos están primordialmente vacíos de sentido. No es que sean insignificantes por estar vacíos, sino que, por no tener sentido y porque se cree que no pueden tenerlo, son considerados vacíos (más precisamente, no visibles). En esos lugares resistentes al sentido nunca surge el tema de negociación de las diferencias: no hay con quién negociar. Los espacios vacíos tratan las diferencias con un grado de radicalidad que no pueden igualar las otras clases de lugares ideados para repeler o atenuar el impacto ejercido por los extraños.

Los espacios vacíos que Kociatkiewicz y Kostera consignan son lugares no colonizados, lugares que ni los inventores ni los supervisores de los supuestos usuarios desean colonizar. Podríamos decir que son los lugares “sobrantes” que quedan después de que se ha llevado a cabo la tarea de estructuración de los espacios que realmente importan: deben su presencia espectral a la falta de coincidencia entre la elegancia de la estructura y la desprolijidad del mundo (cualquier mundo, incluso un mundo deliberadamente diseñado), y a su imposibilidad de ser clasificados claramente. Pero la familia de los espacios vacíos no se reduce a los productos de desecho de la planificación arquitectónica y a los márgenes olvidados por la visión urbanística. De hecho, muchos espacios vacíos no son simplemente desechos inevitables sino ingredientes necesarios de otro proceso: el de “mapear” el espacio compartido por muchos usuarios diferentes. 

Durante uno de mis viajes como docente (a una ciudad populosa, extendida y vital del sur de Europa), me recibió en el aeropuerto una docente joven, hija de una pareja local de profesionales educados y ricos. Se disculpó advirtiéndome que el trayecto hasta el hotel no sería fácil y llevaría mucho tiempo, ya que no había manera de evitar las atestadas avenidas que atravesaban el centro de la ciudad y donde el tráfico estaba constantemente embotellado debido a su densidad. Mi guía se ofreció a llevarme en auto nuevamente al aeropuerto el día de mi partida. Como yo sabía que conducir en esa ciudad era una tarea agotadora, le agradecí su amabilidad y le dije que tomaría un taxi. Y lo hice. En esta segunda oportunidad, el trayecto hasta el aeropuerto demoró menos de diez minutos. Pero el taxista fue serpenteando por calles bordeadas de viviendas pobres, precarias, olvidadas por Dios, llenas de gente tosca y evidentemente ociosa y de niños harapientos. La afirmación hecha por mi guía, que me había asegurado que no había manera de evitar el tráfico del centro, no fue falsa. Fue sincera y fiel a su mapa mental de la ciudad en la que había nacido y en la que vivía desde entonces. Ese mapa no tenía registro de las calles de los “barrios bajos” por los que me llevó el taxista. En el mapa mental de mi guía sólo había, pura y simplemente, un espacio vacío. 

Esa ciudad, al igual que otras, tiene muchos habitantes, y cada uno de ellos tiene su propio mapa de la ciudad en la cabeza. Los mapas que guían los movimientos de las diversas categorías de habitantes no se superponen, pero para que un mapa “tenga sentido”, algunas áreas de la ciudad deben ser descartadas, ser carentes de sentido y —en lo que al significado se refiere— ser poco prometedoras. Recortar esos lugares permite que los demás brillen y estén colmados de sentido.


El vacío del lugar está en el ojo de quien lo contempla y en las piernas del habitante o en las ruedas de su auto. Son vacíos los lugares en los que no entramos y en los que nos sentiríamos perdidos y vulnerables, sorprendidos, alarmados y un poco asustados ante la vista de otros seres humanos
  Zygmunt Bauman
Modernidad Líquida

NACIÓN ROTONDA
LOS CHOLETS: LA ARQUITECTURA TRANSFORMER O LA OSTENTACIÓN DE LAS CLASES EMERGENTES BOLIVIANAS
La periodista boliviana Nathalie Iriarte Villavicencio ha escrito el artículo que reproducimos a continuación, publicado en Yorokobu, y también el artículo al que hacemos referencia más abajo cuando reproducimos la opinión de Rim Safar -presidenta del Colegio de Arquitectos de Bolivia- sobre este tipo de arquitectura, publicado en la revista boliviana El Deber.com. Os invitamos a leer ambos íntegramente por su gran interés. 

La significación de este tipo de edificios nos muestra una nueva clase social adinerada profundamente superficial, cuyo único propósito es mostrar públicamente su éxito económico, en una auténtica carrera competitiva de ostentación y mal gusto. El objetivo es mostrar  la opulencia de aquéllos que han triunfado en la vida -de acuerdo con los ideales capitalistas- frente a la mayoría que no lo ha logrado, diferenciándose socialmente de ellos de manera contundente.


A la vez, ésta es una élite de nuevos ricos marcadamente machista y patriarcal que exhibe a sus opulentas mujeres como una propiedad más, simbolizando con ello que el proveedor -el hombre- es capaz de alimentar a su mujer abundantemente, como exije su nivel económico, el cual se empeña en situar visiblemente bien lejos de aquéllos que viven en la pobreza, con la que, sorprendentemente, o quizás deberíamos decir obviamente, muchos han convivido en sus inicios. 

La arquitectura, desde luego, llama la atención, tanto por su estética como por el uso de sus distintas dependencias y por cómo han sido distribuidas e ideadas en el conjunto del edificio.
    La administradora del blog      
En Bolivia hay una ciudad llamada El Alto que hace honor a su nombre porque está ubicada a 4.070 metros sobre el nivel del mar. Allí nació la arquitectura transformer, también conocida como arquitectura chola. Se trata de un estilo que une lo ostentoso de un palacio medieval, las formas de las construcciones chinas, los símbolos de las culturas andinas y todos los colores del arcoíris

Entre casas modestas —cubos de ladrillo visto sin pintura ni revoque— se erige un gran elefante blanco. En realidad vendría a ser un elefante multicolor. Edificio rojo, amarillo y naranja, con formas geométricas típicas de las cerámicas andinas. Su fachada de seis pisos es imponente. Por dentro tiene cornisas de iglesia, el techo lleno de chacanas (cruces aymaras), la iluminación compuesta por al menos un centenar de focos de colores y en el centro cuelgan tres arañas de cristal en forma de estalactitas.


En la calle el panorama es otro. Un muñeco de trapo cuelga del poste de luz con un cartel: ‘Ladrón encontrado será quemado vivo’; una cholita (mujer indígena de amplia falda, llamada pollera) arrastra con dificultad una carretilla repleta de frutas; un perro hurga la basura que se acumula en media calle; un autobús destartalado pasa con tanta gente que algunos van colgados de la puerta. Salir del colorido predio es volver a una realidad pintada en escala de grises. Un millón y medio de personas que no tiene acceso a viviendas como esa, ni muchas veces a servicios básicos como luz y agua potable. Pensar en alcantarillado aquí es un lujo que tiene menos de la mitad de la población. Esto es El Alto, Bolivia.


El Alto es como la hermana menor de La Paz. (Es la capital administrativa del país. La verdadera capital es Sucre). Esta ciudad es joven (apenas tiene 29 años) y posee un coliseo con shows de lucha libre de cholitas como mayor atractivo turístico. Ahora atesora también un estilo arquitectónico único en el mundo.


Esta ciudad, que durante muchos años ha sido considerada como la más insegura del país y una de las más pobres, ha crecido desmesuradamente y en la actualidad es la segunda con más población, después de Santa Cruz de la Sierra. Es aquí donde nació la arquitectura transformer. Este estilo arquitectónico debe su nombre a lo que salta a la vista: la apariencia robótica y casi futurista de las edificaciones. De hecho, hay algunos edificios inspirados en la serie animada del mismo nombre.


«Este tipo de arquitectura es una forma de mostrar el poderío económico de familias de campesinos que antes no tenían dinero y ahora lo tienen. Aunque no hay un verdadero rescate de la identidad étnica, es una manera de afirmar el orgullo de ser cholo», dice Rim Safar, presidenta del Colegio de Arquitectos de Bolivia (CAB).

Antes, ser cholo en Bolivia, o sea, de rasgos indígenas, era motivo de vergüenza. El país fue gobernado por blancos desde su creación en 1825, pero desde hace ocho años hay un presidente indígena, Evo Morales. Muchos de esos cholos (vendedores ambulantes convertidos en grandes importadores) son muy adinerados y demuestran su renovada autoestima con esta nueva estética arquitectónica que no pasa desapercibida: edificios ostentosos con fachadas decoradas con chacanas (cruces andinas), whipalas (bandera de los pueblos originarios) y achachilas (espíritus aymaras protectores). Lujo que sobresale entre los muchos asentamientos ilegales que componen la ciudad o, como dicen los alteños, «en El Alto tu casa es donde puedes llevarte unos cuantos ladrillos y hacerte un cuarto».


Para entender el porqué de este fenómeno arquitectónico, hay que saber que Bolivia es un país mayoritariamente indígena y tiene dos culturas muy importantes: la aymara y la quechua. Entre ellos, un síntoma de bonanza económica es tener una esposa corpulenta, oronda, voluminosa y cuantiosa. Todos eufemismos para calificar a las bellezas andinas como la cosmovisión occidental las ve: mujeres gordas. Aquí, parte de lo atractivo es tener un cuerpo que resista las bajas temperaturas, que sirva para el trabajo duro en el altiplano, que llene las coloridas faldas y que muestre que el hombre puede proveer alimentos en abundancia para la familia. Nada de belleza raquítica al estilo anglosajón. Para los alteños que se conservan a la vieja usanza, supermodelos como Kate Moss no serían otra cosa que unas muertas de hambre. Este gusto de los locales por lo exuberante también se ha visto correspondido por la arquitectura.

El creador  
 
Freddy Mamani (moreno, rasgos indígenas, con su español lleno de errores típicos de los campesinos aymara hablantes) es un exalbañil graduado arquitecto que se autoproclama el creador de este estilo. Aunque hay discusión sobre la autoría con otros arquitectos y albañiles que comenzaron en la misma época, Mamani es el más visible. Ha construido 54 edificios de los 80 que hay en la ciudad de este estilo, ha sido entrevistado varias veces en Bolivia y se ha escrito un libro sobre su obra.


«Yo fui a conocer Tiahunaco en 2005 (ancestrales ruinas incaicas bolivianas). Me gustaron mucho las formas andinas y después de ese viaje pensé que llevaba 15 años trabajando en la construcción y que ya estaba cansado de lo mismo. Dije: ‘Hay que hacer algo que rompa los moldes, algo nuevo, algo andino’», cuenta con emoción.


Francisco Mamani, comerciante importador de celulares con tiendas en todo el país, era cliente de Freddy, tenía un terreno de 300 metros cuadrados en la avenida principal de El Alto y quería construir un inmueble, pero no sabía qué tipo. Freddy Mamani le recomendó hacer un edificio elegante, con formas andinas, colorido y con un gran salón de eventos, algo que hasta entonces no había en la ciudad. El dueño aceptó encantado.

El edificio se pintó en escala de verdes porque Freddy Mamani creía que así daría color al desértico paisaje altiplánico. Eso llamó mucho la atención.


«Apenas lo terminamos en 2008, un periódico me entrevistó y publicó unas fotos de las construcciones. La gente quedó asombrada y comenzamos a reventar como pipocas (palomitas). Tenía muchos pedidos», cuenta.


Freddy nos recibe en su oficina, un cuarto amplio pintado como un muestrario: cada pared con uno o dos colores y texturas distintos, y nos muestra los materiales más costosos que tiene para ofrecer. «Estos porcelanatos son especiales. Cada piecita cuesta 280 bolivianos (unos 30 euros), son traídas desde China y son muy requeridas», dice mientras saca una baldosa con líneas doradas que solo podría ser usada en el piso de la casa del rey Midas.


—Freddy, ¿por qué comenzaste con este tipo de construcciones?


En El Alto no teníamos una identidad arquitectónica. Cuando llegan los turistas a La Paz, aterrizan aquí y, desde el avión, solo ven edificios sin color, de ladrillo visto (para llegar a la capital se utiliza este aeropuerto, que está a solo 20 minutos). Ahora le estamos tratando de dar una identidad a nuestra ciudad. Para lograrla, Freddy usa los colores de los aguayos (tejidos indígenas) y de las cerámicas andinas. Me inspiro en nuestra cultura andina milenaria, en la música, las danzas, las artesanías, nuestros animales, como el cóndor y la llama. Esto lo mezclamos con lo moderno, con lo elegante y con lo que pide el cliente.


Freddy Mamani, ese niño que jugaba con barro mientras ayudaba a su padre a construir las casas de los blancos ricos, hoy diseña y hace edificios que pueden costar entre 200.000 a 600.000 euros. Pero la inversión de sus clientes rinde frutos. «En estas construcciones la idea es que la familia tenga negocios que le generen ingresos y al mismo tiempo viva ahí», dice.


Estos edificios, además de su peculiar estética, tienen una particular disposición. En el primer piso se construyen tiendas donde poner un negocio o para alquilarlas. En el segundo piso un salón de eventos donde se celebran matrimonios, cumpleaños o bautizos y donde cada dueño compite por tener el más lujoso. En el tercero se hacen departamentos para los hijos o para alquilar a gente que jamás se queja del ruido de las fiestas. En el cuarto pueden haber depósitos y, por último, se corona el edificio multipropósito con la vivienda principal: un gran cholet (como lo llaman ellos en honor a sus chalés estilo cholo).


Mamani da rienda suelta a las exigencias de sus clientes. «Somos familia de locos, queremos jugar como si fuésemos chicos, solo que ahora jugamos con juguetes más caros», le dijo un cliente antes de pedirle una casa decorada con sus animales favoritos: águilas, cóndores y serpientes. El exalbañil, fiel a la ley de que el cliente siempre tiene la razón y el dinero, tuvo que contratar a un tallador e ingeniárselas para llenar la fachada del edificio con esos animales.


Pero no es el único pedido inaudito. Otro cliente ha dejado al albañil y arquitecto sin poder dormir. «Este señor es un comerciante de cosas para construcción, es mi proveedor, siempre trae lo más moderno y extravagante de China. Él quiere que en vez del cholet (chalé) le haga una chullpa, una torre mortuoria aymara para personajes de alto status, y que esa sea su casa. ¡Imagínese! No sé cómo hacerla, me vuelvo loco pensando, tengo eso pendiente».

 Vivir en un cholet


Alejandro Chino y María del Carmen Pérez son clientes de Mamani. Como la mayoría de ellos, son comerciantes y adoran bailar en los carnavales y asistir a una fiesta folclórica llamada El Gran Poder. En ese festejo alteño todo es exagerado. Se hace alarde de riquezas a través de los trajes más elegantes y las bandas de música más numerosas. Ese pavoneo pasa a todas las esferas. El éxito comercial de Alejandro Chino, exsastre y hoy uno de los más grandes importadores de telas del país, se ve en sus dos edificios de El Alto, en su casa de La Paz, en sus autos y también en su sonrisa. Sobre todo, en su sonrisa. Alejandro y su esposa tienen todos y cada uno de sus dientes adornados con oro.


Ambos abren las puertas de Rey Alexander, el predio con el salón de fiesta más grande y lujoso de El Alto, y lo muestran orgullosos. Arriba tienen su casa, un gran cholet con jacuzzi, piscina y cinco habitaciones. «Yo me llamo Alejandro. Queríamos un nombre que muestre el lujo del salón, que diga cómo que uno se siente como un rey, por eso hemos puesto ese nombre, bien no más, ¿no? Mi guaguitay (hijo menor) dijo que Alexander es más de moda, así como de inglés».


Alejandro, el rey Alexander: la sonrisa de oro, el lujo kitsch, el español mal hablado y cruzado con aymara. El éxito comercial de una clase emergente. «El orgullo de ser cholo».


«Para un matrimonio trajeron a Carro Show de México. Es un grupo de cumbia, ¿conoce? Cobró treinta mil dólares por tocar aquí; fue la mejor boda del año. Es que ahorita el nuestro es uno de los mejores locales de Bolivia; el que se casa aquí se lleva un recuerdo único, no hay en La Paz ni en ningún lado un local así. El diseño, los colores, las lámparas, la alfombra roja, una belleza», indica.


Alejandro tiene el pecho hinchado de orgullo después de haber mostrado su salón. Con su flamante sonrisa metálica nos guía a la salida. Afuera un camión descarga arena para el edificio que se construye al lado (también propiedad suya). Al despedirse dice que aquí solo se casan las gentes más exclusivas y que se hacen las fiestas más alegres, «donde todo el mundo baila hasta el cansancio». También dice que para casarse en Rey Alexander hay que pagar diez mil bolivianos (unos mil euros) y reservar con un mes de anticipación. Lo que olvida señalar es que para bailar en El Alto, incluso para caminar en El Alto, hay que tener pulmones capaces de respirar a 4.070 metros de altura.


  PUNTO DE VISTA 

Esta arquitectura representa a un grupo de poder
Rim Safar - PRESIDENTA DEL COLEGIO DE ARQUITECTOS
 
Actualmente están tratando de imponer una manera de representación arquitectónica en El Alto, y digo impuesta, porque esa ciudad nunca tuvo una identidad arquitectónica. Es un estilo novedoso, algo para identificarse. Si bien es rescatable, no condice con el resto de la obra que debería tener unidad. Pero no hay que confundirse, lo que se está haciendo en los cholets no rescata una identidad cultural andina ni étnica, porque nunca hubo una identidad como esa. Ese estilo no se ha visto donde estaba el cholo, ni en las etnias quechuas ni aymaras. Ni en Bolivia ni en Perú ha habido ese tipo de construcciones que encima de un edificio ponen un chalet. Esto es algo impuesto, algo nuevo. Esta arquitectura chola representa a un grupo de poder. No es el rescate de nada cultural ni étnico, es más bien algo económico y político. Es una manera de decir: nosotros aquí existimos. Es una muestra de poderío económico de excampesinos que ahora tiene plata. Es la representación de esos que no tenían el poder y que hoy lo tienen. Una forma de decir: yo soy orgullosamente cholo,  antes no tenía plata, ahora tengo, mírenme. No olvidemos que todos los cambios políticos e históricos siempre se han visto representados en la arquitectura. Esto es otra muestra del cambio político que hubo en el país
EL VANCOUVERISM Y LA CIUDAD QUE SE REBELÓ CONTRA EL SUEÑO DE VIDA AMERICANO 
Los mismos skylines se repiten una y otra vez en las películas estadounidenses. Ciudades majestuosas, torres, arquitectura impresionante.


La realidad es que el 99,9% del país tiene otro aspecto muy distinto. El de kilómetros y kilómetros de casas unifamiliares. Barrios en los que es necesario recorrer varias millas en coche para comprar una barra de pan. Extensiones gigantescas de chalets donde todo el mundo busca tener su propio jardín y un trozo de sueño americano. Diseños que hacen difícil distinguir si estás en Kentucky o Florida. El coche se convierte en tu mejor aliado para navegar las autopistas elevadas y calles con seis carriles a cada lado.


En este modelo urbanístico fácilmente replicable y carísimo de mantener, Vancouver se ha erigido como un alumno díscolo. En este enclave rodeado de mar, apenas a 50 kilómetros de la frontera estadounidense, los residentes se rebelaron contra las imposiciones de un gobierno local obsesionado con implantar el modernismo en la ciudad y abrir paso al automóvil de forma salvaje.


Ocurrió entre finales de los años 60 y principios de los 70. Funcionarios de la época presentaron un plan para llenar el centro de autopistas elevadas que amenazaban la existencia de barrios históricos como el barrio Chino y Gastown. Los políticos que lo impulsaron acabaron perdiendo las elecciones.


Durante estos combativos años se crearon las bases para un tipo de desarrollo hoy conocido como Vancouverism. Un modelo que ha contribuido a que la ciudad esté año tras año en lo más alto de las listas de urbes con mejor calidad de vida (la validez de estas listas da para otro debate).


La metrópoli canadiense ha demostrado que es posible crear barrios densos con torres de gran altura sin perder de vista la creación de un ambiente acogedor a nivel de calle. ¿Cómo lo han conseguido?


Empecemos con la antítesis del Vancouverismo. Hong Kong también apuesta por construir en alto. En la ciudad asiática cada hueco disponible se aprovecha para construir torres. Hay personas que viven en el piso 30 de un inmueble y, a pesar de la altura donde residen, tienen poca luz natural. Esto no ocurre en Vancouver porque se opta por un modelo que busca garantizar que casi todos los edificios mantengan sus vistas a las montañas que las rodean. Esto se consigue construyendo torres sobre plataformas horizontales que reúnen tiendas, parques, adosados y otros servicios.

Por cada rascacielos que se proyecta, se reserva cuatro o cinco veces ese espacio para construcciones bajas. En palabras de Nate Berg de Atlantic Cities, cada manzana «es una vela encima de una tarta grande y plana». Esto permite la entrada de luz natural a la calle.


Para tener vía libre para construir, las promotoras están obligadas a incluir espacio público, parques y otras instalaciones en sus planes. «Ponemos la mayor parte de nuestra energía en la creación del espacio entre los edificios», explicaba James Cheng, arquitecto y uno de los impulsores de este movimiento en una entrevista.

La ausencia de autopistas y scalextrics hace que mucha gente se desplace en bici, a pie o en transporte público por distancias más compactas que una ciudad que apuesta por construir hacia afuera. Se evita así destruir el enclave natural que rodea Vancouver. La densidad permite a muchos prescindir de tener coche.

Cuando proyectan un nuevo edificio, las constructoras tienen que respetar los 27 pasillos que se han creado a lo largo de la ciudad para garantizar vistas ininterrumpidas a través de ella. Para conseguirlo, se limita la altura de los edificios. «Intentamos que no superen los 220 metros de altura», según James Cheng.
 
Quizá donde más podemos aprender de Vancouver está en el proceso de toma de decisiones inclusivo. «Es mucho más que tener pasillos que permitan ver las montañas, torres esbeltas unidas a construcciones bajas y carriles bicis. El secreto del éxito de Vancouver está en su proceso de toma de decisiones, donde lo que prima son los valores. Los planificadores locales y las promotoras han trabajado sobre ello en las últimas décadas para formar una visión de consenso sobre lo que su ciudad debería ser y juntos aportar soluciones creativas para conseguirlo», explicaba Patrick Kiger en su artículo How Vancouver Invented Itself.

«El arquitecto y constructor, Amir Virani, tuvo que pasar por un proceso de 18 meses que no solo incluía someterse al escrutinio de planificadores de la ciudad, también exigía organizar reuniones con residentes del barrio que pidieron que apostara por un diseño más innovador y valiente para evitar crear una ciudad de corta y pega», añadía el artículo de Kiger.


Para que te aprueben un plan tienes que sudar, pero es un precio que las constructoras están dispuestas a pagar ya que los proyectos en la zona son muy rentables.


Hoy día, el término ‘Vancouverism’ se usa para celebrar la victoria de la urbe frente al declive del centro que ha asolado a la mayoría de ciudades norteamericanas. Su éxito está cimentado en haber logrado que muchas familias y profesionales vuelvan a ver los beneficios de vivir en el downtown.

 Hasta aquí las flores a este modelo. ¿Dónde están sus fallos?


«En la superficie, Vancouverism es un término utilizado para encumbrar un modelo de planificación urbanística. Cuando escarbas un poco, encuentras mucho más. Es una marca global, un commodity explotado por consultores, un modelo de desarrollo que aporta grandes beneficios a unos pocos».


El estudio de investigación Department of Usual Certainties es uno de los más críticos con la evolución de la ciudad bajo estas líneas. Critican la creación de un pequeño entramado que se lucra de este modelo.


«De todos los expertos que difunden el evangelio de Vacouverism, Larry Beasley ha sido el que mayor impacto ha tenido. Nacido y educado en Las Vegas, Beasley se mudó a Vancouver en los años 80, y fue el jefe del departamento de planificación urbanística durante los 90. En la última década ha construido un lucrativo negocio de consultoría internacional donde trabaja con ciudades tan variadas como Dallas, Rotterdam, Ottawa y Abu Dhabi. Seguidor devoto del nuevo urbanismo, (…) Beasley crea una narrativa donde el planificador valiente y visionario defiende las virtudes de vivir en la ciudad y su dinámica vida en la calle. Beasley es el primero en decir que no está intentando exportar el diseño físico de Vancouver sino su proceso, algo que incluye diálogos abiertos con promotores y el público. Sin embargo, cuando miras los renders que han salido de estas sesiones de consulta, hay una tendencia hacia crear diseños casi iguales que los de Vancouver. (…) En Dubai, el nuevo barrio Dubai Marina está basado abiertamente en la zona de False Creek en Vancouver», explicaban en su artículo Vancouverism is Everywhere, publicado en 2010 en la revista Monu.


Una vez colocado su plan urbanístico, Beasley tiene a su disposición un grupo nutrido de arquitectos de la ciudad que lo hacen realidad. Todo se queda en casa, critica el estudio de investigación canadiense. Se apuesta, según dicen, por implantar el modelo en lugares que no tienen nada que ver con Vancouver y cuyas circunstancias requieren otro tipo de urbanismo.

En cuanto a la evolución del modelo en la misma ciudad, el Department of Unusual Certainties denuncia que hay una saturación de apartamentos. «El 90% de los edificios que se han construido en la última década han sido residenciales. Casi no se está construyendo espacio de oficina. Eso significa que muchas personas tienen que ir a las afueras para trabajar. (…) Vancouver podría convertirse en el primer centro de ciudad dormitorio».


Tampoco están de acuerdo con la homogeneidad de muchos de los edificios. «Al ser un movimiento impulsado por las promotoras se ha dejado poco espacio para hacer arquitectura interesante».


De manera similar a lo ocurrido en Barcelona, Vancouver sufre de su éxito. Durante la última década los precios se han duplicado creando un centro poblado por gente adinerada. Las clases sociales más humildes se han visto desplazadas y los jóvenes que crecieron allí encuentran complicado poder vivir en el centro. «¿Mi ciudad está en peligro de convertirse en una utopía sin alma?», se preguntaba Hadani Litmars en una reflexión sobre el fenómeno publicada en The Guardian. La villa canadiense empieza a convertirse en un gueto para ricos según algunos de sus detractores.


Vancouver solo hay uno, y pocos lugares tienen el enclave natural espectacular que posee esta ciudad. Los casos de éxito sirven para aprender de sus luces y sombras. Pero sin olvidar que cada ciudad es un mundo. Cada lugar tiene sus particularidades. Limitarse a copiar y pegar no debe ser el camino. Si algo nos enseña este lugar es que rebelarse contra la casa con jardín como modelo de ciudad es posible y factible.

 Artículo escrito por Marcus Hurst, periodista especialista en espacios urbanos y en temas relacionados con la cultura digital y fundador de Yorokobu

BOOKSTORES OF NEW YORK

Encargo del periódico The New Yorker al dibujante Bob Eckstein, publicado en su página Page-Turner 

We asked the cartoonist Bob Eckstein to walk around New York City and draw his favorite bookstores. This is what he sent us:










SASKIA SASSEN: LA CIUDAD GLOBAL Y LA LÓGICA DE EXPULSIÓN DEL NEOLIBERALISMO 



TERREMOTOURISM: INSTRUCCIONES DE EMERGENCIA EN CASO DE TRANSFORMACIÓN URBANA PRODUCIDA POR SEÍSMO TURÍSTICO

Acciones Urbanas Absurdas (Açoes Urbanas Absurdas) tiene nuevo capítulo llevado a cabo en Lisboa: TERREMOTOURISM: Instrucciones de emergencia en caso de transformación urbana producida por seismo turístico, (TERRAMOTOURISM: Instruções de emergência em caso de tranformação urbana produzida por sismo turístico), una acción en la que tratamos la grave situación que vive en estos momentos la Baixa Lisboeta, en pleno centro de la ciudad. Una zona que en 1755 sufrió el histórico terremoto y quedó reducida a escombros se ve afectada en la actualidad por un proceso de turistización masivo (precedido por un claro abandono del patrimonio arquitectónico) con la construcción de numerosos hoteles (en breve habrá una desorbitada cifra cercana a los 80) y el desplazamiento de habitantes y cierre de comercios tradicionales.

En esta primera acción, TERREMOTOURISM propone unas sencillas instrucciones que los habitantes y comerciantes de la zona podrán seguir si lo creen oportuno mientras se produce lo que hemos denominado Seismo turístico:

1. Agrupe e assegure o tecido social do bairro (Agrupe el tejido social del barrio)
2. Fixe móveis e objectos que possam cair. Uma vez perdidas a identidade e o património será impossível a sua reconstrução (Fije muebles y objetos que puedan caer. una vez perdidas la identidad y el patrimonio será imposible su reconstrucción)
3. Evite o abandono. Faça a revisão dos elementos estruturais da sua habitação (Evite el abandono. Haga revisiones de los elementos estructurales de su vivienda)
4. Relaxe. Não se deixe dominar pelo pânico (Relájese. No se deje dominar por el pánico)
5. Se está dentro do edifício, fique dentro (Si está dentro del edificio quédese dentro)
6. Não usar elevadores (No usar ascensores)
7. Não fuja precipitadamente para as periferias (No huya precipitadamente a las periferias)
8. Resista colectivamente no bairro que habita (Resista colectivamente en el barrio que habita)
9. Em cidades marca : alerta de tsunami turístico e gentrificação (En ciudades-marca: alerta de tsunami y gentrificación).

Las instrucciones están disponible en formato pdf en este link.




Publicado en Left hand rotation

LA RIQUEZA CULTURAL ENTERRADA EN LOS CINES Y TEATROS EN RUINA



En Madrid, Barcelona y muchas ciudades de España hay centenares de teatros, espacios históricos y edificios bordados por muros de hormigón y láminas de cartón. Sus propietarios han preferido dejarlos cerrados antes que malvenderlos o alquilarlos. La mayoría espera la llegada de grandes empresas que puedan convertirlo en espacios comerciales. En el caso de que el edificio sea de titularidad pública, los ayuntamientos no se plantean proyectos culturales de bajo presupuesto y remodelaciones austeras. O se vende o se espera a que se pueda remodelar completamente. Contra este pensamiento enraizado lucha el arquitecto Alejandro Conty a través de su estudio Excenia.

«Yo soy de León y en el centro de la ciudad hay dos teatros públicos que llevan años cerrados. Se invirtió mucho dinero en hacer un gran auditorio en las afueras y dejaron estos en el olvido. Ahora, en lugar de buscarles salida, el Ayuntamiento quiere ponerlos a la venta llegando incluso a plantear que cambie a un uso comercial».

Donde el poder político y económico ve ruinas susceptibles de transformarse en centros comerciales, Alejandro Conty ve una mina de oro cultural, social y económica cuya recuperación no tiene porqué costar mucho dinero.

«Lo importante es ser flexibles y contemplar que lo que antes era un cine puede perfectamente convertirse en un espacio multidisciplinar. Se tiene que buscar una fórmula para que funcione a pleno rendimiento. Por la mañana puede tener ensayos, por la tarde clases y por la noche teatro», defiende Conty.

El problema en el caso de los edificios públicos es la falta de imaginación de los ayuntamientos. «Su respuesta frecuentemente es que es más barato hacerlo nuevo y es mejor esperar en lugar de actuar ya con una intervención quirúrgica que saca lo mejor del espacio y lo pone en uso. En el peor de los casos se acaba vendiendo a la empresa privada dilapidando un patrimonio común».

Luego entra en juego el problema de las licencias. «Ponen muchas pegas para el cambio de uso. Si es un cine, es complicado que puedas combinarlo con un restaurante. Ahora bien, si se trata de convertirlo en un centro comercial, te ponen muchas facilidades que incluyen rebajar el grado de protección del edificio aunque sea histórico».

«Los edificios cerrados son un cáncer para las ciudades»

En el caso de los edificios de propiedad privada, Conty defiende que se debería presionar o regular los casos en los que los propietarios prefieren tenerlos cerrados. «No se debería tolerar que un espacio en pleno centro de la ciudad esté vacío durante tanto tiempo. Se podría legislar para que por lo menos busquen una salida intermedia hasta resolver si se vende o no. Está más que estudiado que este tipo de inmuebles son un cáncer para las zonas donde se sitúan. Lo que ha pasado en la Plaza España de Madrid es un caso de manual. Cerró un edificio, acabó en ruinas y eso tuvo un efecto dominó sobre el resto de comercios en la zona. La plaza acabó en el estado en el que se encuentra hoy».

«Ahora se piensa que con abrir un par de hoteles de 4 o 5 estrellas allí se resolverá el problema, pero esto esconde una falta de imaginación espectacular. No se apuesta por hacer ciudad, solo se busca convertirlo en un lugar de recreo para turistas. La fórmula es clara, levantamos todo, lo reformamos y peatonalizamos, en ese tiempo el pequeño comercio se queda sin negocio y tiene que cerrar. A partir de allí entran los hoteles y las franquicias y vaciamos la ciudad de contenido», defiende Conty. «Con el dinero de todos».

Uno de los trabajos que más tiempo le ha tomado es descubrir quién es dueño de las decenas de cines y teatros que están cerrados en Madrid. «No es una labor nada fácil. Acudes a los registros pero la información es casi siempre incompleta. No sabes si han firmado convenios recientes. Cuando localizas al propietario piden que les mandes una carta por correo con tu petición a la que nunca responden. Cuando solicitas al gobierno que declaré el cine Bogart Bien de Interés Cultural tampoco se dignan en contestar».

Una vez localizados los propietarios, Conty contacta con ellos para ofrecerles la posibilidad de hacer proyectos culturales en ellos, como en el caso del Cine Bogart.

«Es un lugar muy especial que podría reunir multitud de usos. Su historia es una muestra de que ser flexibles con un espacio no es nada nuevo. Ha sido un cine porno, un cine club para películas cultas, un cine de barrio, un cabaret y un club para señoritas. Además del teatro, tiene un frontón impresionante en la parte superior del edificio».


Conty optaría por convertirlo en un espacio de coworking para las artes escénicas, pero que además tenga una multitud de usos como exhibiciones y teatro. «Se pueden conectar alumnos de interpretación con estudiantes de escenografía. Por la noche puede haber un cabaret o monólogos. Yo estaría dispuesto a gestionarlo y pagar un alquiler al propietario».


El modelo que propone incluye crear equipos de sociólogos, urbanistas, economistas y gestores culturales para sacar adelante estos espacios. «Para otros locales, se podrían replicar experiencias como la Basque Culinary Centre en San Sebastián en el que los ciudadanos pueden ir a comer y probar lo que preparan los estudiantes de esta escuela».


El futuro de los Cines Madrid


Conty no es el único que busca dar salida a estos espacios abandonados. La isla de Crea formada por los publicitarios Dani Virumbrales y Quique Gonzalo lleva tiempo trabajando en un proyecto para convertir los cines Madrid en la plaza del Carmen, en una sala de películas Low Cost.


«Creemos que la crisis del cine tiene que ver con el precio, no con una falta de demanda por verlo», explica Virumbrales.


Tras entablar contactos con los propietarios del espacio SADE Cines, al final la compañía ha optado por darle una salida comercial al edificio que actualmente está abandonado. «Si no podemos hacerlo allí, intentaremos montarlo en otro lugar», afirma Virumbrales. En una conversación telefónica con Yorokobu, una representante de la empresa SADE confirmó que no volverá a ser cine ni tendrá un uso cultural.


El Palacio de la Música está abocado a un destino similar. Todo apunta a que este teatro, una de las pocas oportunidades que quedaban para dotar de contenido cultural a una Gran Vía casi exclusivamente comercial, acabará siendo una tienda de la marca Mango. Algo que la plataforma Salvemos el Palacio de la Música intenta evitar.




«Una injusticia», en opinión de Conty, «teniendo en cuenta que Bankia (la propietaria del teatro) se comprometió a remodelarla y que hoy quiere venderla a pesar de haber recibido grandes cantidades de dinero público».


Pese a todo, el leonés se encuentra optimista sobre las posibilidades de su proyecto y otros similares al suyo. «En los 7 años que llevo volcado en esto jamás había encontrado tanto interés como ahora. Proyectos como la Neomudéjar, enmarcados dentro de un programa de RSC de una empresa, dan razones para seguir trabajando. Hay muchas compañías que podrían incluir este tipo de actuaciones dentro de sus actuaciones de RSC. No les costaría nada, solo la cesión del espacio».


«En Bilbao es donde más avanzado he encontrado el tema. Allí lo tienen muy claro; saben que la cultura no solo crea riqueza social: es un contribuyente neto de riqueza económica. Están cediendo espacios de manera gratuita, a cambio tiene que dar un uso cultural y ocuparse de los gastos. Tienen un talante y visión que no encuentro en el resto del país».


«La creatividad es lo único que nos queda. Es lo que nos salvará de esta situación. Hay que pringarse y despojarnos de esta actitud tan aldeana que ostenta el poder económico y político. Durante la movida, la gente no venía a Madrid por sus franquicias. Las personas venían por su cultura».
Texto de publicado en YOROKOBU
LA CIUDAD MÁQUINA: EL TIMO DEL RESCATE DE LA CIUDAD ABANDONADA
Las prácticas de sociabilidad de la ciudad son paulatinamente desplazadas por la maquinaria y la retórica del progreso y la “creatividad”, elitizando el espacio y excluyendo a los cuerpos que no encajan en la maquinaria. Este proceso tiene lugar actualmente en el centro de la ciudad de Guadalajara, Jalisco. 

Caracol urbano desarrolla actualmente el proyecto "Ciudad abandonada", una investigación acerca del abandono del Centro Histórico de Guadalajara, y las transformaciones urbanas a partir de la edificación de la Ciudad Creativa Digital. 

Este video formó parte de la video-instalación "Cuerpos parlantes_espacios pensanteS", visiones acerca de las dos caras de la experiencia vital urbana: los espacios de la ciudad y los cuerpos que la transitan, y cómo se configuran recíprocamente, para la exposición de colectivos ciudadanos TOMA-LA CIUDAD (Museo de la Ciudad de Guadalajara, agosto-octubre 2013) 
Texto de Caracol Urbano publicado en Vimeo

BIBLIOTECAS ABANDONADAS EN LA CIUDAD FANTASMA DE DETROIT
Detroit, antaño motor económico de los Estados Unidos gracias a su industria automovilística, es hoy una ciudad en decadencia en la que nadie quiere vivir. Ahogada por la crisis económica, ha sido la primera ciudad en la historia del país en declarar suspensión de pagos. Su deuda de más de 20.000 millones de dólares, los vanos intentos por reflotarla y el abandono de sus habitantes (de los dos millones censados en los años cincuenta sólo quedan 700.000) han convertido a la próspera Ciudad del Motor en un escenario de pesadilla que recuerda al mundo post-apocalíptico de la serie The Walking Dead.

A los efectos devastadores de la crisis en todo lo relacionado con el empleo, los servicios sociales o la sanidad, se suman los que tiene que ver con la educación. El fotógrafo norteamericano Brandon P. Davis lleva años retratando espacios abandonados en los Estados Unidos, y entre ellos, se encuentra la biblioteca pública Mark Twain de Detroit, que fue cerrada en 1996 para su reforma y nunca volvió a reabrirse. Unas imágenes terribles que no son más que la punta del iceberg de la historia de terror de la ciudad de Detroit.


Texto publicado en Koratai 

Del mismo autor, Brandon P. Davis, fotógrafo de 26 años, se ha publicado un breve artículo en el MailOnline en el que se muestra parte de un trabajo que le ha llevado 6 años y en el que ha fotografiado edificios abandonados en diversas ciudades de EEUU. A continuación, reproducimos los comentarios y observaciones del autor y mostramos algunas de sus fotografías sobre...

Abandoned America

A fascinating series of photographs has captured the ruins, relics and in some cases early rejuvenation inside abandoned buildings and train stations across America.

For six years, Cleveland, Ohio photographer Brandon P. Davis, 26, has researched old spaces, taking sombre yet breathtakingly beautiful pictures of their interiors, which have long been forgotten by their human inhabitants.
 
In one poignant image, dusty books lay abandoned on the floor of Detroit's Mark Twain Library, which was closed in 1996 for renovations and never reopened, while another shows hundreds of cracked ceramic plates piled high inside the derelict Shenango ceramics factory in New Castle, Pennsylvania. Shenango ceramics was one of the leading American dinnerware manufacturers from the 1920's until the late 1980's but now sits destitute.

"It's like everyone just left and never came back - and it's amazing because as the building is decaying the china just sits there, untouched," Davis said.
However, other spaces, while still in a state of disrepair, are showing signs of life.
In Davis' spectacular image of the Cleveland Co-Operative Stove Company, plants in a vivid green are seen growing up out of the decaying wooden floors, promising hope and new beginnings.

'I love seeing growth like that, it's like nature is reclaiming its space and starting over,' Davis said.
He said he wanted to take pictures of forgotten worlds and open the public's eyes to places they would never see through the incredible project.
 'The amount of decay and the way places have been left has always fascinated me,' he explained, adding that he was never prepared for what he'd find inside.
'It's a roller-coaster of emotions,' he said.

'Initially I feel nervous because I don't know if anyone is in the building, then I'm overwhelmed and shocked when I find something exciting.'
 In many cases, Davis stumbles upon interesting places by accident.
 'If I'm driving by a building and it looks grand or has amazing brick work, I wonder what's inside it - you think, if it looks this good from the outside, imagine what's on the inside,' he said.
One of Davis' favorite places to photograph was Michigan Central Station, an old train station that is collapsing.

'Standing in the middle of it and seeing tiles from the high ceilings just deteriorating, but realizing how epic and grand it is, is fascinating to me,' he said.
 'To stand where so many people once stood, you wonder who could have been here.'
Brandon Davis is continuing his Urban Decay project and the next stop on his epic journey of abandoned spaces is the Rust Belt region. 

RUINAS MODERNAS: UNA TOPOGRAFÍA DE LUCRO
Cada sociedad refleja en el paisaje sus capacidades, sus sueños y sus limitaciones.Capacidades, sueños y limitaciones que hoy no dependen ya sólo de su organización y su potencial endógeno, sino también del lugar que ocupa ante los flujos mundiales de capital, mercancías, información y personas. Ahora bien, este paisaje es dejado en legado a las generaciones venideras en forma de realidades construidas y de espacios transformados, los cuales constituyen, a un tiempo, patrimonio y carga, potencial y límite. Así, si bien es cierto que cada sociedad ve reflejado en el territorio su presente, no lo es menos que debe arrastrar también con la herencia de quienes la han precedido. La sentencia bíblica según la cual los hijos pagarán por las virtudes y los pecados de los padres resulta particularmente cierta en materia de paisaje, (1 Oriol Nel.lo:  "Herencias territoriales, exploraciones geográficas y designios políticos", Ruinas Modernas, Ámbit, Barcelona, 2012).  Paisajes contemporáneos, lastre y/u oportunidad es una reflexión sobre el legado de la construcción especulativa y abandonada en España. La reciente implantación masiva de enclaves de ocio, complejos turísticos y residenciales de todo tipo ha transformado vastas regiones de la costa y ha llegado incluso a las provincias interiores. El ocaso prematuro de muchos de estos asentamientos a causa del estallido de la burbuja se nos presenta con imágenes inquietantes porque reflejan la incongruencia entre la vida corta de la especulación inmobiliaria – abortada por causas técnicas – y sus perdurables secuelas físicas. El fenómeno del ladrillo español y su funesto desenlace ha engendrado la proliferación de un nuevo tipo de paisaje a medio construir, que se podría denominar paisaje de lucro.

Hay muchas clases de ruinas y sus significados son múltiples. Un edificio en decadencia con vegetación en auge no suele dejar al espectador impasible. Su estado incompleto es sumamente sugerente y se reconstruye en el imaginario como objeto que marca el paso del tiempo, como elemento trágico, monumento melancólico o como simbiosis romántica entre la naturaleza y el ser humano. Las edificaciones a medio construir que forman parte de esta reflexión son ruinas algo diferentes. Se trata de construcciones especulativas que nunca se terminaron y por lo tanto nunca cumplieron su función de cobijar a nadie. ¿Significa que la carencia de su historia –jamás albergaron moradores y nada transcurrió entre sus muros – las convierte en residuos obsoletos sin posibilidades de transformación, o acabarán representando algo que puede tener sentido o valor?



La indignación, la preocupación, la fascinación, y otras reacciones que pueden surgir ante la dimensión real de la persecución implacable del beneficio privado sin consideración por los bienes comunes, del menoscabo de los valores ambientales, patrimoniales, estéticos, económicos del paisaje, de la falta de voluntad de los poderes públicos para atajar los usos espurios del territorio, serían estériles si no fueran acompañadas de un propósito: el de organizarse para intervenir. Las realidades físicas creadas por el boom inmobiliario están aquí para quedarse. Constituirán una herencia con la que nosotros y las generaciones venideras deberemos inevitablemente lidiar durante largas décadas. Toda pretensión de negar esta realidad, de desconocerla o de erradicarla no puede ser otra cosa que escapismo o quimera. Deberemos pues dotarnos de los instrumentos disciplinares y administrativos adecuados para intervenir sobre estas realidades, reconducirlas en la medida de lo posible hacia formas más sostenibles, eficientes y equitativas de usar el territorio. Esta voluntad de gestión debe acompañarse con la resolución de promover transformaciones políticas, sociales y económicas que eviten la depredación del territorio.
  
Julia Schulz-Dornburg, autora del proyecto

 Presentación del libro "Ruinas modernas. Una topografía de lucro" en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB)

GENTRIFICACIÓN

Fotografía MUSEO DE LOS DESPLAZADOS
La gentrificación designa una forma particular de aburguesamiento que se refiere a los barrios populares y pasa por la transformación del hábitat, incluso del espacio público y de los comercios. Esta noción se inserta en el campo de la «segregación» social e implica un cambio en la división social del espacio intraurbano, que pasa por su transformación física. En su origen, gentrificación es un neologismo inglés inventado en 1964 por Ruth Glass, socióloga marxista, a propósito de Londres. El término está compuesto a partir de gentry, palabra que remite a la pequeña nobleza terrateniente en Inglaterra, pero también, más comúnmente, a la buena sociedad, a las personas bien nacidas, en un sentido peyorativo. Esta nueva palabra tiene por lo tanto un sentido crítico en relación con el proceso que designa. En Londres, en los años 1960, se trataba de la rehabilitación del antiguo hábitat popular a través de su apropiación por parte de parejas ricas, en particular en el distrito de Islington, al norte de la City. Recién en los años 1970-1980 la noción es retomada por investigadores ingleses y norteamericanos, principalmente geógrafos, quienes teorizan sobre el concepto. La gentrificación se reconoce como una bifurcación en la evolución social de los barrios centrales degradados de las grandes ciudades, imitando los modelos de ecología urbana de la Escuela de Chicago. Se habla entonces de “vuelta al ‘centro’” de las clases altas, aunque se comprueba que se trata más bien de una no partida al suburbio que de un verdadero retorno. En los años 1980-1990, los debates son vivos y tratan principalmente sobre las causas de este proceso: Neil Smith sostiene que la gentrificación está ante todo ligada a una reinversión [de capitales] en el centro por parte de los poderes públicos y los actores inmobiliarios privados, produciendo una nueva oferta de alojamientos de lujo en los antiguos barrios populares; por el contrario, David Ley lo explica principalmente por las elecciones individuales de las familias gentrificadoras, salidas de una nueva clase media que se caracteriza por nuevas elecciones residenciales. Para explicar esta nueva preferencia de las clases media por el «centro», varios trabajos ponen en evidencia la importancia del lugar de las mujeres, a la vez activas y algunas veces criando solas a sus niños, o la afirmación de modos de vida diferentes como las parejas homosexuales. Sólo recientemente, desde mediados de los años 1990, los investigadores se interesan en particular en el papel de las políticas públicas en la gentrificación y en sus consecuencias sobre las clases populares, la mayor parte del tiempo despojadas en la periferia. Con Neil Smith, geógrafo marxista discípulo de David Harvey, una fuerte corriente de geografía radical estructura el campo de la gentrificación, dándole un basamento crítico.

Fotografía MUSEO DE LOS DESPLAZADOS
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La gentrificación ha sido identificada, en un primer momento, como un proceso de reapropiación, por parte de las clases medias, de los centros urbanos descuidados de las ciudades norteamericanas e inglesas. Comienza con la revalorización sistemática de los centros de las ciudades norteamericanas en los años 1950-1960 y la reconstrucción de éstos en Inglaterra en la misma época. Se extiende en los años 1970-1980, acompañada frecuentemente por movimientos de resistencia. La recesión de los años 1990 llevó a algunos a predecir la finalización del proceso, e incluso un movimiento inverso, que fue rápidamente invalidado por los hechos: la gentrificación se retomó al máximo y se generalizó en los años 2000, sin ocasionar más resistencia. Actualmente se ha convertido en un objetivo mayor de las políticas urbanas en numerosas ciudades del mundo, donde los poderes públicos desempeñan un papel de primer plano en la reapropiación de los centros por parte de las clases acomodadas en detrimento de las clases populares. Paralelamente, el proceso ha evolucionado en sus formas y no se limita más a una nueva habilitación progresiva de los barrios populares en manos de las familias acomodadas. La gentrificación incluye múltiples formas de transformación de espacios populares, no necesariamente residenciales –como los espacios industriales, y en particular los antiguos docks- ya sea por la moderna habilitación o la construcción nueva (new-build gentrification), por la iniciativa de los poderes públicos, de promotores privados o de nuevas familias residentes. No se limita más tampoco al centro de las ciudades, y gana los suburbios, en general bien conectados con el centro urbano. En Europa continental, tales procesos habían sido estudiados desde los años 1960-1970, principalmente en el Centro de Sociología Urbana de Nanterre, que estudió y criticó vivamente las operaciones de renovación conducidas por el Estado en la región parisina. Pero la noción de gentrificación se utiliza desde hace poco tiempo en la literatura científica francesa. Recién en 2003 (Bidou-Zachariasen C.) una primera obra en francés fue consagrada explícitamente a ella e hizo su aparición en los diccionarios científicos. Desde su invención, la connotación del término ha cambiado y varía según los contextos culturales: en el mundo anglosajón, ha pasado al lenguaje corriente y ha perdido en parte su carga crítica luego de campañas de valorización efectuadas por los promotores y los poderes públicos; “gentrificación” es entonces sinónimo en este caso de “renacimiento” o de “regeneración urbana”, ignorando los mecanismos de segregación que ella involucra.
Fotografía MUSEO DE LOS DESPLAZADOS

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A la inversa, en Bélgica o en Alemania, el término es siempre percibido como fuertemente crítico, como lo atestigua el arresto de los investigadores alemanes Mathias Bernt y Andrej Hola en 2007 en Berlín, acusados de “formar parte de una asociación terrorista” a causa de su proximidad con los medios activistas de resistencia a la gentrificación. En Francia, la palabra permanece instalada en la esfera científica y es poco utilizada por los medios masivos de comunicación, que prefieren hablar de “bobos” o de “bobización”; adornado del aura de los términos ingleses, no parece que sea polémico. 


Texto escrito por Anne Clerval publicado en Hypergéo

Hemos escogido 3 ciudades para ilustrar este proceso: New York, Sao Paulo -cuyo ejemplo de resistencia civil es único en el mundo- y México DF. Te recomendamos, así mismo, la lectura de los artículos que preceden a los vídeos.

La administradora del blog


  • 2 LUZ. BAIRRO DA SANTA IFIGENIA E LUZ, SAO PAULO (BRASIL)

    •  3 MÉRIDA 90. COLONIA ROMA, DISTRITO FEDERAL (MÉXICO) 


    GENTRIFICACIÓN NO ES UN NOMBRE DE SEÑORA

    UNA FOTONOVELA EN EL BARRIO DE LA PERSEVERANCIA

    El taller “gentrificación no es un nombre de señora” llega a Bogotá en septiembre de 2013 en el contexto de La Otra, Bienal de Arte Contemporáneo de la capital colombiana. Los espacios de intervención propuestos se situaron en los Barrios de La Perseverancia, La Macarena y Bosque izquierdo, en la zona centro de la ciudad.

    La Perseverancia

    La Perseverancia fue el primer barrio obrero de Bogotá. Clasificado como estrato socioeconómico 2 (donde 1 es el estrato de ingresos más bajo y 6 el más alto) está en la actualidad rodeado de zonas de clase media acomodada. Su origen comunitario aun es visible en la tipología de micromanzanas, marcadas por la autoconstrucción de las casas y el espacio público, herencia de las relaciones sociales de producción y propiedad de la industrialización en Colombia. 


    En el imaginario bogotano sobre el barrio y sus gentes se mezclan el fuerte sentimiento de pertenencia y la marginalidad, un estigma de peligrosidad y crimen que ha generado una barrera psicológica a la iniciativa individual. 


    La historia de La Perseverancia es una historia de resistencia y lucha, ligada a la Noche de las Antorchas y a Jorge Eliécer Gaitán, personalidad política que intentó dar voz a los excluidos, y símbolo popular del barrio.


    En La Perseverancia la chicha se fabrica aún al modo tradicional, como se fabricaba en las chicherías semiclandestinas de los años 30, que resistieron al intento de estigmatización de las expresiones culturales del pueblo indígena.

     
    La Macarena
    La Macarena, conocido como “Soho Bogotano” es el barrio contiguo y en la actualidad se encuentra en un claro proceso de gentrificación. Considerado durante mucho tiempo un barrio bohemio, alberga hoy una de las mayores ofertas gastronómicas, de ocio nocturno y cultural de la ciudad. Es actualmente un área de atracción de iniciativa privada y clase creativa en expansión.


    Bosque Izquierdo

    Por último Bosque Izquierdo fue hace décadas el barrio aristócrata de Bogotá, dónde posteriormente encontró espacio la élite artística, política e intelectual de la ciudad. Declarado como Sector de Interés Cultural con Desarrollo Individual por su trazado original, fue planificado en los años 30 como parte de un proyecto de expulsión de las clases obreras de los cerros o zonas altas de la ciudad. 


    La filmación permanente de TELEnovelas Bosque Izquierdo es visto por sus habitantes como una invasión del espacio público


    La Otra, Bienal de Arte Contemporaneo
    Curiosamente, las fases de la gentrificación coinciden espacialmente con la línea que atraviesa los tres barrios de intervención de La Otra, Bienal de Arte Contemporaneo:
    - La Perseverancia: estigmatización/abandono
    - La Macarena: revalorización
    - Bosque Izquierdo: elitización/exclusión

    Left Hand Rotation propone un proceso de reflexión colectiva con los participantes y público de la Bienal y los vecinos de los barrios de La Perseverancia y La Macarena: ¿Puede el proceso de gentrificación en expansión de La Macarena afectar en el futuro a La Perseverancia? ¿Somos los artistas y público de la bienal la punta de lanza de este proceso?

    Fotonovela

    Una fotonovela o fotohistoria es una narración en fotografías, un diálogo entre el comic y el cine, que parte de una trama narrativa o guión y se desarrolla a través de la secuencialización de imágenes, diálogos, y voz en off. 


    Los argumentos de las TELEnovelas y FOTOnovelas giran en torno a cuestiones de clases sociales, lo que está también en el centro mismo de las cuestiones asociadas a la gentrificación.


    Durante las jornadas prácticas se propuso a los participantes del taller la creación colectiva de una FOTONOVELA cuyo argumento facilitara la comprensión de las problemáticas asociadas a los procesos de gentrificación a través de la ficción. En definitiva, una publicación que funcionara como artefacto de difusión para facilitar, por una parte, el acceso a la comunidad local a información sobre los impactos y problemáticas asociadas a dichos procesos, y por otra, favorecer un ejercicio de reflexión entre los participantes y público de La Otra, Bienal de Arte Contemporaneo sobre el papel de la clase creativa en los procesos de gentrificación.


    Agradecimientos: Andrea Bonilla, Andrés Jurado, Carlos Bríñez, Chucho, Doña Tere, Fabien Vial, Jerry, Juliana Rojas, Pao Martina, Paola Luna, Pegajoso, Rubén García
    Territorios Luchas, Wallace Masuko, Zuzu Jaramillo, La Otra Bienal de Arte Contemporáneo de Bogotá, La Redada Miscelania Cultural y a El Parche Artist
    Residency.

    Texto y documento publicado en Left Hand Rotation


    THE SPANISH DREAM
    Tres jóvenes arquitectas españolas, Ana Amado, Marta Marcos y Luz Paz, han sido las ganadoras este año del tercer premio -compartido con otro proyecto- del Festival de Arquitectura Em3, que se celebró del 27 al 30 de junio de 2013 en la antigua fábrica de hilaturas Fabra i Coats de Barcelona, fundada en 1903, fruto de la fusión de la sociedad Fabra i Portabella con el grupo británico J$P Coats Ltd, convirtiéndose, de esta manera, en la primera inversión extranjera en la industria catalana. Esta nave industrial ha sido reconvertida hoy en recinto para la producción y exposición de arte contemporáneo, dentro del proyecto promovido por el Institut de Cultura de l'Ajuntament de Barcelona denominado Fàbriques de Creació de Barcelona, con el que se pretende recuperar edificios en desuso para la  producción cultural.
    La administradora del blog
    THE SPANISH DREAM

    Spanish Dream es un proyecto del colectivo Cadelasverdes, formado por tres arquitectas, que propone una reflexión crítica sobre la crisis económica y sus consecuencias.

    En la actualidad asistimos a una situación que está provocando graves desequilibrios económicos en todo el mundo. En España, en particular, esta circunstancia se vio acentuada por la famosa burbuja inmobiliaria.

    La idea hace referencia al American Dream como símbolo de lo que anhela todo un país, el objetivo final que hay que alcanzar en la vida: tener una vivienda en propiedad. Este deseo legitimó un modelo social basado en la producción indiscriminada y amparado por la especulación bancaria.

    El sueño se hizo añicos y, como herencia, tenemos un territorio infestado por obras que quedaron sin rematar y con pocas expectativas de hacerlo, ruinas prematuras que ya forman parte de nuestro paisaje. Detrás de esta situación, se esconde una realidad personal, individual y colectiva, que forma parte del día a día y que muestra un escenario poco optimista.

    Spanish Dream alude especialmente a lo emocional, recreando escenas familiares en obras sin rematar. El aspecto poco doméstico de los espacios contrasta con la normalidad de las escenas cotidianas provocando la reflexión sobre una sociedad que, arrastrada por el afán de convertirse en propietarios, olvidó el verdadero sentido del habitar.

    Texto Em3
      
    URBANOPOROSI: SABADELL I ELS SILENCIS URBANS 

    1. Funció. Som observadors de la ciutat que ens envolta, aquella per on ens movem diàriament i que configura el nostre paisatge quotidià. Un paisatge que a poc a poc s’ha anat buidant i deixant. Només cal recórrer els seus carrers amb mirada crítica i pausada per adonar-se de la magnitud d’aquest abandonament: parets tapiades, solars, estructures a mig construir, habitatges per estrenar, locals comercials buits, persianes abaixades, rètols de “En Venda o Lloguer”, naus que s’ensorren … Vivim en una ciutat esberlada, on s’obren buits com badalls sobre el terreny.

    Aquest fenomen es pot observar a Sabadell, la nostra ciutat, i arreu dels pobles i ciutats del Vallès. Nosaltres, però, ens hem centrat provisionalment en l’espai on vivim: el sector més antic i els teixits d’eixample del segle XX, és a dir, els barris del Centre, la Creu Alta, Gràcia i l’Eixample.

    EXHAURIR
    La nostra intenció és evidenciar aquest fenomen i testimoniar-lo. Les seves causes són diverses i sovint sobreposades. I les conseqüències van molt més enllà de les que mostren els micropaisatges urbans explorats, abastant aspectes econòmics, ambientals, socials, patrimonials, estètics o de salut pública. Creiem que és necessari impulsar un debat sobre els reptes i les oportunitats que representen aquests espais abandonats, en desús, desaprofitats, per tal d’aconseguir que el lloc on vivim sigui en el fons més ple de vida. De fet, el futur de la ciutat haurà de sorgir de les seves pròpies runes. Intentem reconèixer-les.

    2. Forma. Per tal d’evidenciar aquest fenomen d’abandonament generalitzat hem optat per exposar-lo sensiblement a través d’una mirada que és, a la vegada, subjectiva i objectiva. La imatge fotogràfica vol documentar i registrar una ciutat que s’esfondra i s’esquerda, que perd densitat, que esdevé opaca, que ha perdut la força o la falta d’imaginació per fer-ne de les seves runes (històriques o programades) els llocs de la creativitat futura. Imatges que simulen el punt de vista del ciutadà, del vianant; un ciutadà que no viu la ciutat des de la posició utòpica i privilegiada del tècnic i del buròcrata – vivència zenital del mapa -, sinó d’aquell qui es perd entre els carrers i els trajectes quotidians. Uns trajectes que per ser, precisament, diaris i repetitius, són susceptibles de perdre la perspectiva crítica i la sorpresa que produeix un fet que hauria de ser l’excepció – el desús de l’espai -, i que s’ha convertit, no obstant això, en la norma urbana. Les imatges fotogràfiques volen produir l’estranyament. I això perquè, de fet, la realitat que documenten hauria de ser, sense dubte, estranya i aliena al bon funcionament de la ciutat.

    ABANDONAR
    Per mitjà de l’estranyament produïm una sensibilitat nova davant l’abandonament urbà. Un fenomen que ha estat, en el nostre cas, resseguit a la ciutat de Sabadell, però que es repeteix en molts punts de la nostra geografia. El blanc i negre de les fotos no només permet retallar i ressaltar aquest fet, sinó indicar al mateix temps el caràcter incert i generalitzat d’una realitat que podem anomenar, sense por a exagerar, anti-urbana; contrària al desenvolupament de la ciutat i tot allò que aquest mot representa. Si bé una de les fotos es pot identificar i situar clarament a Sabadell (“Del Llac Center”), les altres no. La perspectiva tancada, reduïda, frontal, de les imatges cerca, de fet, la seva descontextualització. I això perquè, certament, ens trobem davant un fenomen global, que no remet a cap context particular; encara que les seves conseqüències siguin ben concretes i localitzades. A través de la imatge fotogràfica es vol “reordenar el caos”, aturar i centrar la mirada sobre un fet que requereix sense falta i de forma immediata un plantejament comú. Per mitjà de les fotos no només volem representar la realitat, sinó produir certs efectes: un canvi d’actitud, en primer lloc. D’aquells qui viuen la ciutat, d’aquells qui la produeixen i d’aquells qui l’administren.

    Publicar les fotos que el lector té ara entre les mans, davant la seva mirada atenta, vol dir finalment això: apoderar-se de forma col·lectiva i virtual de l’espai; que l’espai físic i mental de la ciutat, allò que es construeix i les seves imatges, esdevingui públic; és a dir: el motiu d’un debat a porta oberta. D’una república.

    De la ciutat i les seves representacions actuals en depèn la societat futura. No la deixem escapar entre runes i badalls.
     Text extret de (Sa)badall
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    LA CIUDAD JUBILADA

    Pau Faus (Barcelona, 1974) es arquitecto de formación aunque él se define como artista visual y constructor. Atraído por lo que él denomina “los bastidores de la ciudad”, inició en 2007 un trabajo sobre los huertos autoconstruidos en la periferia de Barcelona. Después de tres años de investigación terminó plasmando la vida de estos ‘huerteros’ en un libro-diccionario y un corto documental titulado La Ciudad Jubilada, y que ha sido expuesto recientemente en el Festival de Arquitectura Eme3. A través de la fotografía, el vídeo y el texto, Faus describe este fenómeno de autogestión que lleva años desarrollándose en el extrarradio de Barcelona —y de otras tantas ciudades— e invita a reflexionar modelos alternativos de relación con el entorno urbano. “El objetivo principal —explica el artista— es reivindicar otros modos de usar la ciudad más allá de aquellos definidos de antemano. La inmensa mayoría de las apropiaciones autónomas por parte de la ciudadanía en los entornos urbanos suelen ser puro sentido común. En el caso de los huertos, cultivar tierras vacías al lado de los ríos. Eso debería prevalecer por encima de lo que algún urbanista decidió en su día para esos lugares”.




    Y lo que se decidió en Barcelona es que las vías de comunicación que escupen y absorben gente desde y hacia la ciudad aprovechen los corredores naturales (los ríos Llobregat y Besòs), generando kilómetros de franjas de tierra ‘abandonadas’ y sin utilidad aparente. “Lo interesante es que no son espacios vacíos, por mucho que la normativa insista en definirlos así. Quería enfatizar en esa doble realidad urbana: la planificada (el vacío como espacio descartado) y la usada (el vacío como lugar de posibilidades)”. El urbanismo sigue siendo, según Faus, una disciplina concluyente —en su sentido literal: que concluye, que convence sin dejar espacio para la duda o la discusión, irrebatible—. Y que creer que la ciudad es algo que uno puede anticipar al cien por cien es vivir muy alejado de la realidad. “La mayoría de reinterpretaciones que la ciudadanía hace de esos espacios supuestamente concluidos se concibe a menudo como una amenaza al orden establecido, el único, el correcto. A mí en cambio me gusta pensar que lo urbano no se planifica, lo urbano ocurre. Evidentemente, son necesarios ciertos parámetros básicos de planificación, pero el resto debería permanecer siempre abierto a incorporar, o al menos considerar, los usos que la ciudadanía vaya fundando autónomamente”.


    Sin embargo, en cuanto un ayuntamiento analiza el fenómeno de los huertos espontáneos en sus ‘dominios’, no se suele tener en consideración las necesidades reales de sus creadores. Las dos posturas que adoptan son: o bien decir que se trata de ocupaciones ilegales que se toleran hasta próximo aviso, o directamente sustituir esos huertos autoconstruidos por huertos municipales. “Sobre esta segunda postura no tendría ningún problema, siempre y cuando se considerara como un complemento y no como un sustituto. Y sobre la primera, considero sumamente arrogante no cuantificar los beneficios que esos huertos han dado y siguen dando a las poblaciones de la periferia de Barcelona. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los ‘huerteros’ son jubilados que se mantienen sanos y ocupados por su cuenta sin que la administración pague ni un euro por ello, y que además con su actividad mantienen gratuitamente los márgenes de los ríos mucho más limpios que allí donde no hay huertos”. La Ciudad Jubilada pone de manifiesto el choque entre las ideas de los urbanistas y las de los ciudadanos. ¿Cuál de las dos es más cierta? “La planificación urbana sigue definiendo como franjas de seguridad para el tráfico rodado o ferroviario lugares donde hace décadas que hay huertos, incluso allí donde los huertos ya estaban antes de esa planificación. Y que yo sepa, aún no ha descarrilado ningún tren por culpa de una tomatera”.
    Texto extraído de la revista Yorokobu
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    LA CIUDAD Y LOS COMUNES: UNA HISTORIA DE NUESTRO TIEMPO


    En esta conferencia, Peter Linebaugh explora los ciclos de ocupaciones y campamentos urbanos de años recientes en ciudades como El Cairo, Atenas, Londres, Nueva York o Madrid. Más que presentar tales eventos dentro de los discursos sobre ciudadanía o público, el autor de El Manifiesto de la Carta Magna los considera dentro de una genealogía histórica de los comunes. 


    Originalmente rodeada de muros, la ciudad expresa un antagonismo con el campo. En contraste, se suele ver a los comunes como un espacio abierto y en relación con tierra, bosques, montañas, ríos y mares. La ciudad ha cumplido varias funciones a lo largo de la historia: la de fortificación, la de ley y soberanía, pero también la de intercambio y comercio. Ya fuese como puerto, fortaleza o corte, la ciudad representaba el principio de encierro durante gran parte de la edad moderna.
    El antagonismo recurrente entre la ciudad y el campo, bien estudiado por Raymond Williams, es paralelo al antagonismo más reciente entre la colonia y la metrópolis, consecuencia del imperialismo europeo. La ciudad atrae a los jóvenes del campo, mientras que la metrópolis ha constituido tradicionalmente el destino del pobre de las partes colonizadas del mundo, de los miserables de la tierra, en palabras de Frantz Fanon. La metrópolis comienza así a reunir a personas de diferentes colonias de Asia, America y África, donde formas de lo comunal han persistido hasta el siglo XXI. Estas migraciones desde el extranjero constituyen un elemento importante de conocimiento sobre la historia de lo común.
    En esta conferencia, Linebaugh estudia la genealogía de los comunes, investigando la transformación de experiencias africanas, irlandesas y americanas en Londres durante la era de revolución, a fines del s.XVIII, y atendiendo en particular a la historia del coronel republicano Edward Despard y su mujer africana, Catherine Despard.
     
    Texto extraído de la web del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía