Reproducimos a continuación la entrevista realizada por el periodista Pierre Chaillan a Isabelle Stengers, profesora de la Universidad Libre de Bruselas y filósofa de la ciencia, publicada en L'Humanité.fr el 15 de Julio de 2013, y que hemos leído traducida al español en el blog de Àngels Martínez i Castells Punts de Vista.
La científica y humanista expone en esta entrevista la necesidad de aunar lucha política y creatividad para imaginar y llevar a la práctica nuevos espacios donde la vida no sólo sea vivible, sino también humanamente satisfatoria -no podría ser de otro modo-. Isabelle Stengers defiende la unión de lxs oprimidxs a través del respeto a la diversidad, y no en la uniformidad de las grandes masas, mediante el establecimiento de vínculos que prioricen la vida humana en toda su heterogeneidad.
No te pierdas la entrevista: está llena de claves para entender y (re)pensar el mundo que nos ha tocado vivir.
Isabelle Stengers : « La gauche a besoin de manière vitale que les gens pensent »
Isabelle Stengers
tuvo una formación científica. Su trabajo se ha
centrado en el
tiempo y la irreversibilidad. Con el físico belga
de
origen ruso Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química, escribió en 1979
“La Nouvelle Aliance”.
Posteriormente amplía su ámbito de conocimiento y
siguiendo a Foucault y Deleuze, se centra en la crítica de la ciencia
moderna. Ha escrito sobre economía y política (“La Sorcellerie
Capitaliste, con Philippe Pignarre, 2005), o bien sobre filosofía
(Penser avec Whitehead, 2006). Más recientemente, ha colaborado con la
revista Multitudes, desde un ámbito más político, como en “Au temps des
catastrophes” (La Découverte, 2008) y en su último libro, “Une autre
science est possible! (Empêcheurs de penser
en rond/La Découverte,
2013) Su obra, densa
y creativa es una bocanada de oxígeno para pensar
otro mundo posible, al tiempo que constituye una fuente interesante
para vivir las
luchas anticapitalistas.
En “Au temps des catastrophes” usted escribe que
comenzó otra historia. ¿Cuándo se produce la ruptura?
Isabelle Stengers. Tuve la certeza de que algo importante estaba
sucediendo en 1995, cuando un estudio anunció que la mayoría de los
franceses creían que sus hijos vivirían peor que ellos. Ya no confiaban
en el “progreso”. Desde entonces, hemos tenido repetidas crisis
financieras… El libro fue escrito antes de esta crisis. Con los
disturbios relacionados con la especulación financiera y el huracán
Katrina ya tuvimos excelentes ejemplos de lo que podemos esperar en el
futuro. El daño se agrava con el crecimiento de la competitividad, la
explosión de la desigualdad social, el caos climático, la contaminación
…. Escribí este libro para resistir la desesperación, y para aquellos
que están tratando de escribir otra historia, a pesar de las
dificultades. Se ha dicho que es más fácil hoy imaginar el fin del mundo
que el fin del capitalismo. Pero todos sabemos que la impotencia que
sentimos es parte del problema.
Usted habla de una “Nueva Orleans global” …
Isabelle Stengers. En Nueva Orleans se sabía que podía producirse un
huracán como el Katrina y que los diques no aguantarían. Se sabía, pero
no se hizo nada. Y cuando llegó el Katrina en agosto del 2005, los ricos
que podían huir lo hicieron, y los otros se quedaron, abandonados a sí
mismos. Esto es lo que está ocurriendo a escala global: la desgracia
para los vencidos, es decir, para los pobres.
Habla de “resistir a la barbarie que viene” en referencia a la
alternativa de Rosa Luxembourg: “Socialismo o barbarie”. ¿Es en estos
términos
que usted prevé el futuro?
Isabelle Stengers. Cuando estalló la guerra
de 1914-1918, Luxembourg
escribió que quienes luchaban y morían en el campo de batalla eran los
trabajadores con una canción de esclavos en sus labios. Es por eso que
grita que el socialismo no está garantizado, que la barbarie es una
posibilidad real. Ahora estamos en una situación parecida. Todo el mundo
sabe los males de la guerra económica de todos contra todos. Y, sin
embargo, toman parte activa en el coro de alabanzas de la competitividad
gloriosa. “Lo sabemos, pero…” Un “pero” de lo más peligroso es el que
antecede a que “las personas sólo esperan hacer su juego, son egoístas y
ciegos.” Sin embargo, lo cierto es que no sabemos de qué es capaz la
gente porque viene de una destrucción sistemática de su capacidad de
pensar y actuar, es decir, plantear las cuestiones que les conciernen
colectivamente. El capitalismo no es sólo explotación, sino también, y
quizás en primer lugar, expropiación, desde la expropiación histórica de
los “commons” en Inglaterra, cuando los campesinos sin tierra fueron
arrojados a los caminos. La cultura práctica de la vida en común ha sido
destruida. Y esta expropiación no ha disminuido hoy, sigue en nombre de
la racionalización, de ganar tiempo, de la necesidad de controlar. No
es que no podamos, es que se nos ha reducido a la impotencia.
Según usted, “la influencia del capitalismo” vino de una “alternativa” infernal.
Isabelle Stengers. Sólo tenemos alternativas infernales desde que el
progreso ha perdido su poder de movilización. Esto se puede resumir
como: “Estás luchando por algo, pero las consecuencias serán peores. Por
ejemplo, si quieres una vida digna, habrá deslocalizaciones, “o” si se
pretende una mayor equidad en los impuestos, se provoca la fuga de
capitales.” Te atenazan y reducen a la impotencia, y cuando preguntas
qué se puede hacer, la única respuesta es:”Debemos esforzarnos para
crecer.” Con Philippe Pignarre describimos la instalación de estas
alternativas como la captura del poder de actuar, de pensar, de existir y
luchar.
Usted deconstruye tanto “
las fuerzas del mercado” como la “gobernanza” de
“nuestros líderes”… ¿Qué papel juega el Estado?
Isabelle Stengers. Entre el Estado moderno y el capitalismo, hay que
hacer una distinción. Uno no es el reflejo del otro. Es más bien una
especie de pacto asimétrico que define lo que Estado deja hacer al
capitalismo y lo que el capitalismo obliga a hacer al Estado. Con el
neoliberalismo, se ha ido redefiniendo el pacto bajo el signo de la
desregulación. Nuestros políticos se han privado de todos los resortes
que les permitían actuar y lo han hecho en favor de las instituciones no
elegidas, al servicio del crecimiento, la competitividad, la libre
circulación de capitales, etc. El Estado no desaparece: se convierte en
nuestro capataz que debe evitar el pánico, la rebeldía, la
desmovilización. Los políticos dicen ser “responsables”, pero sólo lo
son de nosotros, de que sigamos “motivados”.
¿De qué palancas disponen los anticapitalistas para que surja una alternativa posible?
Isabelle Stengers. No soy de un optimismo desbocado. Sin embargo, me
parece que desde hace unos diez años han surgido luchas de un nuevo
estilo. La lucha contra los transgénicos, por ejemplo, ha recreado el
pensamiento político sobre el tipo de agricultura y mundo que estamos
construyendo. Ha sido capaz de conectar a los agricultores, para los que
los transgénicos son una nueva expropiación, con la lucha
anticapitalista en contra de la influencia de las patentes, y con los
científicos alarmados por las consecuencias. Así aprendieron unos de
otros y el movimiento ha logrado rechazar lo que se proponía como un
progreso innegable. La insumisión se enriquece, se apodera de nuevas
cuestiones. La inventiva de este tipo de alianza crea complicidades,
connivencias, nuevas capacidades para resistir donde el capitalismo
divide – enfrentando a sindicatos con ambientalistas, por ejemplo – y me
parece más prometedor hoy que el “todos juntos” que da al enemigo la
posibilidad de elegir el punto de confrontación. Necesitamos
experiencias mutuas co-aprendiendo a crear múltiples causas móviles y
comunes de solidaridad en la lucha contra el sentimiento de impotencia
que crean las divisiones instaladas.
¿Esto es lo que usted llama “reapropiación”?
Isabelle Stengers. Reapropiación no es sólo la lucha contra la
explotación, por la redistribución de la riqueza producida. Es curarse
de los efectos de la expropiación de manera que se pueda defender lo que
consideramos importante. Esta es la condición de lo que a veces se
denomina inteligencia colectiva, aprender a pensar por, gracias y con
los demás.
El colectivo es poderoso si es múltiple, si inventa formas de
plantear los problemas que cada uno, de forma aislada, no sería capaz.
Los activistas estadounidenses han aprendido mucho al respecto, porque
se dieron cuenta de que esta reapropiación no puede esperar a la
“revolución”: debe ser parte de la misma lucha.
En otros trabajos habla de “situaciones que producen igualdad.”
¿Podemos ver en ellas
la elaboración de alternativas de progreso?
Isabelle Stengers. Hay que desafiar nuestras categorías de
pensamiento. Por ejemplo, me sirvo del concepto “Gaia”: Algunos
consideran que la Tierra es un recurso para ser explotado, otros que hay
que protegerla, pero pocos creen que tiene un poder enorme que nos
puede destruir, y muy rápidamente. Esta constatación cambia muchísimo
las cosas. Ya no se trata de explotar o proteger, sino de aprender a
tener cuidado. La amenaza de caos climático no va a volver a su caja,
los seres humanos deben ahora lidiar con el poder que sus actividades
han desencadenado. Deben aprender a prestar atención, que es
precisamente lo que la versión capitalista/estatista de progreso nos ha
hecho olvidar. Hay que re-aprender a pensar una situación en todas sus
dimensiones, con todas sus consecuencias. Para ello necesitamos
“producir igualdad”, lo cual significa reunir a todos aquellos que se
ven afectados y asumir que todos están facultados para ejercer sus
conocimientos o experiencia. Esto es lo que hemos desaprendido dando el
poder a los expertos, pero para reaprender la igualdad no debe ser
formal, debe ser efectiva, porque no hablamos de innovaciones técnicas,
sino de suscitar la confianza en sí mismo y en los demás. (…)
Según usted, el acoplamiento entre
lucha política y creación ofrece
una nueva capacidad
para ser felices. ¿Es esto ser de “izquierdas”?
Isabelle Stengers. Según Gilles Deleuze, hay una diferencia
fundamental entre la izquierda y la derecha. La izquierda necesita un
pueblo vital, que piense. Esto no quiere decir que invente teorías, sino
que tome en su mano, de forma colectiva, los asuntos que les
conciernen. En el siglo XIX, esto es lo que hace la clase obrera cuando
crea las bolsas de trabajo, las mútuas…. La derecha necesita que la
gente acepte el orden establecido, sea el que sea, siempre y cuando lo
respete. Los dispositivos que producen la igualdad son de “la
izquierda”. Lo que exigen puede ser difícil, pero aprender a estar a la
altura del problema, no someterse a generalidades, produce una alegría
creadora. Cuando las voces hasta ahora reprimidas y desacreditadas,
reducidas a gruñidos, se transforman en conocimiento articulado, se
plantea mucho mejor el problema. Alianzas inesperadas se hacen posibles.
Lo que nos amenaza es la división y el resentimiento; la alegría es lo
contrario al resentimiento, y es lo que puede ser comunicado a otros. Y
hay que alegrarse con las historias que nos muestran cómo, abriendo la
imaginación, han surgido soluciones cuando todo parecía bloqueado: “Si
ha sido posible en otro lugar, entonces puede ser posible aquí”.