dissabte, 10 d’agost del 2013

LA DESNUTRICIÓN INFANTIL: Otra realidad, tan triste como innegable, que pone en cuestión el idílico viaje a eso que algunos llaman “independencia” en Catalunya, per àngels martínez i castells

Otra realidad, tan triste como innegable, que pone en cuestión el idílico viaje a eso que algunos llaman “independencia” en Catalunya. Según el Síndic de Greuges, 50.000 niños catalanes tienen “severas” privaciones alimentarias fruto de la pobreza de sus familias y 751 menores de 16 años sufren desnutrición, con una media de edad de cuatro años y el 25% de ellos bebés. Artur Mas lo ha negado. El viaje a Itaca (suponiendo que Convergència quiera hacerlo) no puede ensombrecerse con el reconocimiento de los serios efectos de la pobreza derivada de una redistribución de la renta y la riqueza cada vez más desigual. Por eso, Mas niega que en Catalunya “se pase hambre”, aunque reconoce que pueden haber casos de malnutrición. Y el President, que aparenta tenerlo muy claro, insiste. “En Catalunya hay más gente que lo pasa peor que años atrás como consecuencia de la crisis, pero que en Catalunya se pasa hambre no es verdad”. A las vergonzantes declaraciones del Honorable pueden sumarse las de dirigentes del PP que entre comida y cena a cargo de los contribuyentes insisten en hablar de malnutrición (no desnutrición, reparen bien en el cambio de concepto) dando la responsabilidad o la culpa a los padres (cuando no a los propios niños).
 
El cinismo no oculta la responsabilidad de quienes tienen en sus manos las políticas de rentas y de salud. Ni tampoco el hecho de que ni siquiera se mencione, aunque sea de pasada, a la gran industria alimentaria que, en oligopolio progresivamente concentrado, engaña nuestro metabolismo con falsos alimentos saciantes que provocan, al mismo tiempo, obesidad y desnutrición. La pobreza puede medirse ahora, al revés de lo que venía siendo habitual, por los dos extremos de los Indices de la Masa Corporal cuando están por encima o por debajo de lo saludable…. Ya no vale con contar calorías, como era tradicional. Las calorías se “vacían” de la misma manera que se vacía de equidad la política económica. 


Así, el presidente de la Generalitat puede falsamente tranquilizarse argumentando que en Catalunya hay malnutrición como “en todas la sociedades avanzadas”… pero ni la caridad, ni la acción bienintencionada, necesaria y solidaria de los repartos de comida de los bancos de alimentos pueden suplir la ausencia de preocupación real de los dirigentes políticos por las personas (y más si son menores) en urgencia social por esta barbarie de continuo e insaciable saqueo.

Que en este momento, entre los más de mil millones de personas de todo el mundo que sufren desnutrición (la mayor proporción de la población mundial desde hace muchas décadas) haya niños y mayores de Catalunya, mal que le pese a Artur Mas, sólo nos demuestra hasta qué punto esta globalización (que podría serlo del bienestar) significa la pérdida de valores y derechos… y que cada vez importa menos de dónde son las familias que más sufren. Para sobrevivir, estas familias más pobres tienen que hacer dolorosas elecciones vitales, tales como sacrificar la atención a la salud, o simplemente comer menos (comer mal e insuficiente). Y en el colmo de los sinsentidos, con los dictados sobre déficit y los recortes en lo substancial, las pocas redes de seguridad nacional de alimentos tales como los programas de alimentación escolar, contravienen muchas veces las directrices de los propios gobiernos que se niegan a asumir la realidad.
 
Para abordar seriamente los problemas de desigualdad en nutrición, la pobre terminología (o jugar con las palabras) no ayuda en absoluto. Confundir HAMBRE con DESNUTRICIÓN minimiza el problema de salud -muy grave- con una expresión habitual para alguien que no ha comido durante unas horas. Hay que hilar más fino de lo que hacen los dirigentes políticos porque aunque la desnutrición es una mejor descripción, su definición técnica se suele basar en el consumo diario de calorías y por tanto puede ser, cada vez más, un concepto confuso que habría que denunciar con políticas que regularan o prohibieran directamente la publicidad engañosa y nada saludable de la comida basura.

El sistema disfuncional de la nutrición, desde lo local a lo global (y viceversa) debe ser combatido con urgencia, aunque tanto Artur Mas, el gobierno del PP o la comunidad internacional se muestren muy reacios a asumir tanto los efectos como las causas del problema. Lo cierto es que en el mundo se producen alimentos suficientes para alimentar bien a toda la población mundial. Si los niños y las personas, sean de donde sean, padecen desnutrición, es porque la distribución mundial y equitativa de los alimentos parece no interesar, o estar más allá de las capacidades de los políticos que deberían asegurar nuestra salud. Un motivo más, y de los más importantes, para enviar definitivamente la codicia de quienes se niegan a implementar políticas equitativas de distribución de alimentos, con los falsos alimentos saciantes, a los basureros de la historia. 

Article de Àngels Martínez i Castells publicat al seu bloc PUNTS DE VISTA

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