Otra realidad, tan triste como innegable, que pone en cuestión el
idílico viaje a eso que algunos llaman “independencia” en Catalunya.
Según el Síndic de Greuges, 50.000 niños catalanes tienen “severas”
privaciones alimentarias fruto de la pobreza de sus familias y 751
menores de 16 años sufren desnutrición, con una media de edad de cuatro
años y el 25% de ellos bebés. Artur Mas lo ha negado. El viaje a Itaca
(suponiendo que Convergència quiera hacerlo) no puede ensombrecerse con
el reconocimiento de los serios efectos de la pobreza derivada de una
redistribución de la renta y la riqueza cada vez más desigual. Por eso,
Mas niega que en Catalunya “se pase hambre”, aunque reconoce que pueden
haber casos de malnutrición. Y el President, que aparenta tenerlo muy
claro, insiste. “En Catalunya hay más gente que lo pasa peor que años
atrás como consecuencia de la crisis, pero que en Catalunya se pasa
hambre no es verdad”. A las vergonzantes declaraciones del Honorable
pueden sumarse las de dirigentes del PP que entre comida y cena a cargo
de los contribuyentes insisten en hablar de malnutrición (no
desnutrición, reparen bien en el cambio de concepto) dando la
responsabilidad o la culpa a los padres (cuando no a los propios niños).
El cinismo no oculta la responsabilidad de quienes tienen en sus
manos las políticas de rentas y de salud. Ni tampoco el hecho de que ni
siquiera se mencione, aunque sea de pasada, a la gran industria
alimentaria que, en oligopolio progresivamente concentrado, engaña
nuestro metabolismo con falsos alimentos saciantes que provocan, al
mismo tiempo, obesidad y desnutrición. La pobreza puede medirse ahora,
al revés de lo que venía siendo habitual, por los dos extremos de los
Indices de la Masa Corporal cuando están por encima o por debajo de lo
saludable…. Ya no vale con contar calorías, como era tradicional. Las
calorías se “vacían” de la misma manera que se vacía de equidad la
política económica.
Así, el presidente de la Generalitat puede falsamente tranquilizarse
argumentando que en Catalunya hay malnutrición como “en todas la
sociedades avanzadas”… pero ni la caridad, ni la acción
bienintencionada, necesaria y solidaria de los repartos de comida de los
bancos de alimentos pueden suplir la ausencia de preocupación real de
los dirigentes políticos por las personas (y más si son menores) en
urgencia social por esta barbarie de continuo e insaciable saqueo.
Que en este momento, entre los más de mil millones de personas de
todo el mundo que sufren desnutrición (la mayor proporción de la
población mundial desde hace muchas décadas) haya niños y mayores de
Catalunya, mal que le pese a Artur Mas, sólo nos demuestra hasta qué
punto esta globalización (que podría serlo del bienestar) significa la
pérdida de valores y derechos… y que cada vez importa menos de dónde son
las familias que más sufren. Para sobrevivir, estas familias más pobres
tienen que hacer dolorosas elecciones vitales, tales como sacrificar la
atención a la salud, o simplemente comer menos (comer mal e
insuficiente). Y en el colmo de los sinsentidos, con los dictados sobre
déficit y los recortes en lo substancial, las pocas redes de seguridad
nacional de alimentos tales como los programas de alimentación escolar,
contravienen muchas veces las directrices de los propios gobiernos que
se niegan a asumir la realidad.
Para abordar seriamente los problemas de desigualdad en nutrición, la
pobre terminología (o jugar con las palabras) no ayuda en absoluto.
Confundir HAMBRE con DESNUTRICIÓN minimiza el problema de salud -muy
grave- con una expresión habitual para alguien que no ha comido durante
unas horas. Hay que hilar más fino de lo que hacen los dirigentes
políticos porque aunque la desnutrición es una mejor descripción, su
definición técnica se suele basar en el consumo diario de calorías y por
tanto puede ser, cada vez más, un concepto confuso que habría que
denunciar con políticas que regularan o prohibieran directamente la
publicidad engañosa y nada saludable de la comida basura.
El sistema disfuncional de la nutrición, desde lo local a lo global (y
viceversa) debe ser combatido con urgencia, aunque tanto Artur Mas, el
gobierno del PP o la comunidad internacional se muestren muy reacios a
asumir tanto los efectos como las causas del problema. Lo cierto es que en el mundo se producen alimentos suficientes para alimentar bien a toda la población mundial. Si los niños y las personas, sean de donde sean, padecen desnutrición, es porque la
distribución mundial y equitativa de los alimentos parece no interesar,
o estar más allá de las capacidades de los políticos que deberían
asegurar nuestra salud. Un motivo más, y de los más
importantes, para enviar definitivamente la codicia de quienes se
niegan a implementar políticas equitativas de distribución de alimentos,
con los falsos alimentos saciantes, a los basureros de la historia.
Article de Àngels Martínez i Castells publicat al seu bloc PUNTS DE VISTA
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