No te pierdas el artículo que reproducimos a continuación del demógrafo Julio Pérez Díaz, publicado en su blog Apuntes de Demografía con el título Nacionalismos y políticas migratorias en la Unión Europea. Es realmente ilustrativo.
Dice la Biblia que, en la antigüedad, los israelitas solían practicar un curioso ritual para ofrendar a su dios Yahveh: se escogían dos chivos al azar, el primero era sacrificado por el sacerdote y al segundo se le cargaba con todas las culpas del pueblo judío y era abandonado en el desierto. Este último y desdichado animal se vino a llamar chivo expiatorio, aquel sobre el que se redirige toda la ira y frustración, aquel que es señalado y culpado por todos.
Como muchos siglos más tarde confirmó la
psicología social, este mecanismo de atribución de culpas no era
exclusividad del pueblo judío, al contrario, se reproducía de manera
sistemática en todos los grupos humanos que atravesaban situaciones de
crisis. El mismo pueblo de Israel fue, de hecho, chivo expiatorio
durante el final de la Edad Media y toda la Edad Moderna. Echar la culpa
de todos tus males al prójimo no es nada nuevo, incluso parece ser uno
de los recursos más utilizados por los Estados a lo largo de la
Historia. Con esto en mente, no es de extrañar que en los países
miembros de la Unión Europea se esté generando un asfixiante clima, que
todavía no es racismo pero está muy cerca de serlo.
Los Partidos de Ultraderecha están
aprovechando la difícil situación económica que atraviesan muchos de sus
ciudadanos para mostrar su faceta más radical e intolerante, que
justifican recurriendo al argumento de la “emergencia nacional”. El
claro ejemplo lo tenemos en el Frente Nacional francés, de Marine Le
Pen, política ultraderechista y xenófoba reconocida, que en 2008 no
logró ni una solo alcaldía y que en las municipales de este curso ha
logrado un 9,2% de votos en las grandes y medianas ciudades. La
preocupante tasa de abstención en Francia junto a un Partido Socialista
desgastado, plantean, de cara a las elecciones europeas de Junio, un
escenario sorprendentemente favorable para la política conservadora, que
el otro día declaró que “Ya no hay sitios para los inmigrantes en
Europa”.
Francia no es un caso aislado. En
Holanda, el Gobierno de coalición cayó en 2012 debido a la deserción del
Partido de la Libertad, anti-euro y anti-islam. Geert Wilders, su
dirigente, lleva los últimos años haciendo una campaña basada en el
rechazo a la entrada de inmigrantes, llegando a hacer declaraciones
explícitamente xenófobas. Los suizos votaron mediante referéndum hace
unos meses el cortar la libre circulación de personas y se decidieron
por el sí. Mientras, los británicos se empeñan en desplegar medidas
disuasorias para evitar la llegada de trabajadores extranjeros. Quizás
el caso más extremo y alarmante de reacciones nacionalistas y racistas
ante la crisis es el de Grecia, dónde el Partido Amanecer Dorado,
organización violenta cuya ideología comparte muchos elementos con el
nacionalsocialismo, tiene el control de una parte importante del
Parlamento.
Ante tan delicada situación, Alemania,
centro de Europa, ha decidido sumarse a esta tendencia, inspirados por
el dirigente del ultraconservador Partido Bávaro, Horst Seehofer, quien
calificó a los futuros inmigrantes como “peligrosos turistas sociales”.
El proyecto de reforma de ley migratoria alemana propone que solo puedan
quedarse en Alemania aquellos inmigrantes que logren encontrar trabajo
en un plazo de entre tres y seis meses, sin importar que sean miembros
de la Unión Europea o de países extra-comunitarios. En el proceso de
negociación se han llegado a asociar los términos “inmigrante” y
“fraude”.
Pese a que la mayoría de los estudios
indican importantes ganancias económicas para los países que reciben
inmigrantes (más si los que llegan son trabajadores cualificados del Sur
de Europa), la tendencia política es limitar y condenar la inmigración,
que parece ser chivo expiatorio de esta crisis. La inestabilidad
económica que viven muchos de los Estados europeos genera en las
poblaciones miedo, que es redirigido por los partidos y utilizado como
motor en su vertiginosa ascensión al poder.
La libre circulación de personas y la
aceptación de inmigrantes de otros lugares del globo eran dos de los
pilares fundamentales del Proyecto Europeo, un proyecto herido por la
crisis financiera y que está adoptando una peligrosa dinámica. Parece
que, un siglo después, la sombra del nacionalismo vuelve a sobrevolar el
viejo continente.
Font forografia: http://trincheradelaimagen.cl/?p=32355
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