Artículo de los investigadores Antonio Abellán García y Rogelio Pujol Roríguez, publicado en el portal Envejecimiento en red, desarrollado por el Departamento de Población del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en su Centro de Ciencias Humanas y Sociales.
El estudio de las formas de convivencia en hogares muestra que en
España envejecer al lado de la pareja (cónyuge o pareja de hecho) es más
frecuente entre hombres que entre mujeres. El 70,8% de los hombres de
75 y más años viven en pareja, y el 36,2% de las mujeres de la misma
edad viven solas (Encuesta Continua de Hogares, 2013, primera oleada).
Son las dos principales situaciones de convivencia. Los hombres nunca
alcanzan los niveles de soledad femeninos ni en la vejez más avanzada.
Entre 65-69 años, un 82% de los hombres y un 67% de las mujeres aún
viven en pareja (solos o con algún hijo u otra persona), pero esas
proporciones disminuyen regularmente según avanza la edad, con un
retroceso muy marcado en las mujeres (Figuras 1a y 1b). Al final de su
vida los hombres siguen viviendo básicamente en pareja (56,7% a partir
de los 85 años, por sólo 14,2% entre las mujeres), por lo que apenas
aumenta el tipo de convivencia con otros familiares u otras situaciones,
ni la soledad (sólo uno de cada cinco vive en soledad a los 85 y más
años).
Entre las mujeres el patrón es diferente. El descenso de la
proporción de las que viven en pareja contribuye al aumento de las
otras formas de convivencia; crecen notablemente la convivencia con
otros familiares u otras personas (45,7% a partir de los 85 años) y la
soledad (40,1% a esas mismas edades). La posibilidad de que una mujer de
edad vuelva a casarse, tras viudez o divorcio, es mucho menor que la de
un hombre; según el Movimiento Natural de la Población de 2012, 4.161
varones (viudos o divorciados) de 60 y más años volvieron a casarse por
sólo 1.202 mujeres de esas edades; aquéllos se casan normalmente con
mujeres de menor edad.
La razón fundamental de estos patrones de convivencia divergentes
entre hombres y mujeres es la mayor mortalidad masculina que rompe el
hogar formado por la pareja, y deja a la mujer bien en soledad, bien en
otras formas de convivencia, con alguna hija (o hijo) u otros parientes,
u otro tipo de hogar, sin relación de parentesco.
La institucionalización es otra forma de convivencia fuera del hogar.
Vivir en alojamientos colectivos, sobre todo en residencias de mayores,
se hace más frecuente con la edad y entre las mujeres (Figura 2). Las
proporciones de personas institucionalizadas son aún bajas comparadas
con otros países centro y noreuropeos. Un 5,2% de los hombres y un 8,7%
de las mujeres de 75 y más años viven en alojamientos colectivos (Censo
de Población de 2011); a partir de los 85 años son 9,2% y 14,1%
respectivamente. En los años previos a la crisis económica de 2008 el
número de plazas en residencias de mayores era creciente, denotando una
mayor propensión a esta forma de vida. Con la crisis es posible que se
haya detenido tanto el crecimiento de la cifra de plazas como de
ocupación.
Tras la ruptura de la pareja, si ha existido este tipo de convivencia,
vivir en soledad, cohabitar con otras personas, generalmente familiares,
o ir a institución, depende de planteamientos culturales y familiares
(obligación y reciprocidad asumidas por los hijos, deseo de
independencia, carga del cuidado en caso de dependencia), razones
económicas (coste de la institucionalización, nivel de la pensión,
patrimonio familiar), entorno físico (condiciones del alojamiento
familiar, número de habitaciones), contexto político (desarrollo de
servicios sociales de atención domiciliaria), o de avances tecnológicos
(dispositivos que permiten autonomía en soledad).
Figura 1b. – Formas de convivencia según edad. Mujeres. España, 2013 [133 kb, formato xls] Figura 2.- Personas que viven en institución según edad, España, 2011 [42 kb, formato xls]
Font fotografia: http://purosjaraguenses.blogspot.com.es/2013/09/como-la-tecnologia-nos-ayuda-envejecer.html
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