dissabte, 27 de desembre del 2014

Federico Campagna: Recurring Dreams

" Si miramos a nuestro tiempo tenemos la impresión de haber vivido ya todo esto. No es lo mismo en términos de estilo: las camisas eran más largas, los niños llevaban pantalones cortos, los coches eran escasos e iban despacio, y todo era en blanco y negro. No obstante, ya vivimos todo esto. Lo hemos encontrado en los libros de historia y en los recuerdos de nuestrxs abuelxs. Lo hemos visto en las novelas de Faulkner y de Musil o en los retratos con cara de cerdo de Grosz. Hace mucho tiempo que nos hemos olvidado, desde que comenzamos a repetirnos que esas progenies atroces no volverían jamás a la vida. Nunca más, Nier wieder. Sin embargo, están retornando, de nuevo estamos viviendo tiempos alborotados, embarazados de un monstruo. La última vez tardó décadas en dar a luz. Primero fue la guerra; luego, cuando la guerra terminó, fue la deuda y todas las consecuencias que acarrea. Eran los tiempos de la industrialización, de la modernidad, y todo acaecía a escala de masas, desempleo de masas, hiperinflacción, hiperpopulismo. Las naciones caían bajo el peso de aquello que los marxistas llamaban contradicciones, mientras los capitalistas se agrupaban en torno a sus propios círculos y todxs esperábamos que el cielo cayera sobre la tierra. El aire se volvió eléctrico, las plazas se llenaron, los árboles se transformaron en banderas y mástiles. Eran los tiempos de entreguerras y el nazismo era todavía algo oculto en la profundidad del cuerpo social, líquido y creciente, tranquilo como un feto.

Esta vez todo está aconteciendo casi excactamente del mismo modo, sólo un poco descompasado, como sucede con los sueños recurrentes. Una vez más, el equilibrio del poder en el mundo está cambiando. El viejo imperio hace aguas melancólicamente y los nuevos poderes se apresuran en la carrera hacia la hegemonía. Como antes, sus atléticos gritos son los gritos henchidos de poder de la modernidad: ¡Crecimiento! ¡Crecimiento! ¡Crecimiento!. Los ejércitos son potentes y sus dientes brillantes, sus esperanzas son asesinas y puras. Los viejos poderes los miran con temor, escuchando sus incomprensibles lenguas como lxs viejxs escuchan la música de lxs jóvenes. Es como si estuviera volviendo el tiempo del Diario de la guerra del cerdo de Bioy Casares: lxs jóvenes dan caza a lxs viejxs en una danza asesina y las cuchillas destellan en sus manos.

Dentro de los muros del viejo primer mundo, lo que en el pasado era la sopa de guisantes del corrompido industrialismo ha tomado el color del miedo cristalino y paralizante. El apocalipsis es el horizonte de los sueños de la mayoría. Dado que nos aproximamos a un cambio en la historia, se vuelve todavía más claro cómo sólo un nuevo orden, un brave new order, puede salvar al viejo mundo de su final natural.

Al final de la Primera Guerra Mundial, después de haber sepultado millones de cuerpos de obrerxs y campesinxs con el uniforme de soldado en el campo de batalla, los jefes de Estado vencedores exigieron a la parte derrotada pagar los costes de la guerra. Lxs supervivientes de 5 años de masacre y sacrificios en países como Alemania o Austria debieron afrontar la grotesca petición de que su traumática experiencia, aquélla de una guerra total y prolongada, se tradujese en servidumbre perenne en función de una deduda cuantificable. ¿Cómo se podía traducir esta deuda financiera en la vida cotidiana de millones de ciudadanxs derrotadxs? Si miramos la historia de la modernidad, veremos cómo esta pregunta siempre ha estado en el corazón del funcionamiento social de Occidente.

El antropólogo anarquista David Graeber señaló recientemente una cosa: dado que la deuda es una promesa, cuando los estados europeos han debido escoger si romper su promesa con los banqueros o con su propio pueblo, se han decantado sin demasiados tapujos por la segunda opción. En efecto, los estados europeos han decidido extender la línea de la deuda frente a su propio pueblo antes que enfrentarse a los banqueros. Al fin y al cabo la posibilidad de ampliación de techo de la deuda (el llamado debt ceiling ) es directamente proporcional a la fuerza de contratación del deudor con el acreedor. En una época en la cual la fuerza militar está esencialmente basada en la intensidad de capitales, más que sobre la intensidad del trabajo, a causa de las tecnologías y de la creciente disponibilidad de mercenarios armados por todo el mundo, los propietarios del capital se encuentran en una posición mucho más fuerte que los poseedores de la fuerza de trabajo."

Texto completo publicado en Through Europe
Extractos seleccionados por Franco Berardi,
reproducidos en su libro "La Sublevación"

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