Uno de los mitos más persistentes del patriarcado es aquel que describe
la sexualidad masculina como una potente fuerza de la naturaleza, como
un torrente que arrolla todo lo que se encuentre a su paso, como una
fuerza que una vez puesta en marcha es difícil de detener. Según el
mito, si una mujer no quiere mantener relaciones sexuales, lo mejor que
puede hacer es no provocar al monstruo; no poner en marcha esa
maquinaria, no abrir las compuertas del torrente. Es una sexualidad que
algunas feministas han descrito usando la metáfora de “sexualidad
hidráulica”. El patriarcado nos presenta a los hombres como a personas
que, llegadas a un momento en la excitación sexual, ya no pueden parar.
De ahí todos los mitos preventivos de la violación que siguen a la orden
del día: no les provoques, no te expongas, no pongas en marcha la
maquinaria. Lo que en definitiva quiere decir esto es que como un hombre
tenga una erección y como la mujer haya colaborado en provocar esa
erección…luego que no se queje. Llega un momento en el que él ya no
tiene la culpa. Pero naturalmente que la tiene, la erección es una
reacción involuntaria, lo que un hombre haga con su cuerpo es algo de lo
que es enteramente responsable, en cualquier momento. Una erección no
daña a nadie, es el violador o el abusador el que daña a la víctima.
Me extraña que si la chica presuntamente violada de
Málaga tuvo sexo consentido, como dicen ellos, fuera encontrada por la
policía desorientada y llorando. Me extraña que la jueza archivara la
denuncia tan rápido, sin practicar ninguna prueba forense ni psicológica
a la chica. Es posible que ella estuviese tonteando con los chicos,
como afirman los testigos. Eso no es un delito, eso no implica nada, eso
no la obliga a nada, eso no anula su libertad, eso ni siquiera es
moralmente reprobable; tontear no quiere decir obligatoriamente que ella
quisiese ir más allá. Volvemos al hombre-torrente. Nosotras también nos
excitamos sexualmente; nosotras también, a veces, nos quedamos con las
ganas; nosotras también podemos equivocar las señales. Pero nosotras
sabemos que si nos dicen que no, es que no tenemos permiso y ahí se
acaba la cuestión. Lo que se les enseña a ellos, por el contrario, es
que nosotras somos responsables de una parte de su propio comportamiento
sexual.
Puede que ella quisiera tener sexo con uno,
pero no con otro. Puede que la grabación del móvil la mostrara teniendo
sexo consentido con uno. Eso no quiere decir que el otro no la violara.
Puede que tuviera sexo consentido con los dos, eso no quiere decir que
los otros que miraban no la agredieran sexualmente de otra manera.
¿Muestra la grabación del video toda la secuencia de lo que allí ocurrió
o muestra sólo que hubo un momento en el que la chica tuvo sexo
consentido? Ese momento no puede invalidar el resto de lo que pasó.
Puede que la chica estuviera teniendo sexo consentido y de repente
aquello ya no le gustara, que se arrepintiera, y que decidiera que ya
no quería más. Si cualquiera de ellos siguió cuando ella quiso parar,
eso es, al menos, un delito contra la libertad sexual de ella.
Es muy posible que la jueza, el fiscal, desde luego los chicos
implicados, tengan en su cabeza el mito machista de que para que haya
algún tipo de abuso sexual tiene que haber una negativa que se
manifiesta desde el principio hasta el final, tiene que haber
resistencia y tiene que haber fuerza por parte del agresor. Los delitos
contra la libertad sexual penalizan el contacto sexual sin que exista
consentimiento, no hace falta fuerza, basta un “no”. Porque en cualquier
caso, en cualquier momento, en cualquier situación en que se produzca,
no es siempre no. La falta de pruebas no es óbice para no comenzar el
procedimiento porque, como señala la jurisprudencia el testimonio de la
víctima basta como prueba; de lo contrario las violaciones y delitos
contra la libertad sexual quedarían siempre impunes. El único requisito
es que el testimonio de la víctima sea verosímil y coherente. No parece
que la jueza haya encargado los exámenes necesarios para ver si era un
testimonio verosímil. En principio no parece que la chica tenga ningún
motivo para mentir. El informe médico indica que la chica sufrió
importantes daños; el sexo fuerte puede ser consentido, naturalmente,
pero todo parece indicar que ella se sintió violada y que por tanto, fue
violada. En algún momento quiso parar, en algún momento debió decir no.
Y no siempre es no.
Si al final resultara (yo no lo
creo) que la chica tiene algún motivo oculto para tratar de hacer daño a
alguno de los acusados o a todos (parece que ni siquiera se conocían)
entonces nos encontraríamos ante una rareza. La alegría con la que en
los círculos neomachistas se han lanzado como cuervos a hacer de lo que
sería una rara excepción algo supuestamente corriente; las inmundas
declaraciones del inmundo Alcalde de Valladolid sacando ventaja machista
de lo que es un delito especialmente doloroso para la víctima.., todo
ello sólo demuestra la terrible pervivencia de otro mito machista del
que no nos libramos: el de las denuncias falsas. La realidad es que en
las agresiones sexuales, en el maltrato, no hay apenas denuncias falsas.
Que sobre una realidad inexistente se haya levantado un mito que tanta
gente está dispuesta a creer y que una mentira mil veces repetida se
haya terminado convirtiendo en un arma efectiva contra nuestros
esfuerzos en la lucha contra la violencia de género, sólo demuestra lo
poco que los poderes públicos están dispuestos a hacer en esta cuestión.
Que seamos las feministas las que tengamos que demostrar constantemente
que las denuncias falsas son mucho menos del 0.5 del total según el
propio Consejo General de Poder Judicial, demuestra lo poco que les
importa a estas instituciones supuestamente democráticas la igualdad e,
incluso, con el gobierno del PP, lo poco que les importa nuestra
dignidad. Que el Gobierno, la desaparecida ministra de Igualdad (sic) y
todas las instituciones, no hayan tomado la palabra para despejar las
mentiras que circulan sobre las denuncias falsas, que existan grupos de
neomachistas organizados alrededor de este asunto y tengan cabida en
partidos y asociaciones democráticas, que el alcalde de una ciudad
importante como es Valladolid haga esas declaraciones
que ha hecho León de la Riva convirtiendo a las víctimas en agresoras y
no se le obligue a dimitir… Todo esto demuestra el retroceso que
estamos viviendo en este país. Las denuncias falsas son como las
Meigas: nadie las ha visto pero mucha gente piensa que debe haberlas y
mucha gente quiere que las haya.
Lo cierto es que
sabemos que hay una ofensiva neoliberal contra la democracia y los
derechos sociales, y el feminismo es un pilar tanto de aquella como de
estos. Sin igualdad entre mujeres y hombres no hay ni democracia ni
derechos. Y las resistencias que estamos encontrando y que parecen
crecer, auspiciadas por el ambiente que está imponiendo el PP, así como
por su inacción en esta cuestión de la violencia machista, se deben a
que el neoliberalismo tiene su política económica y su política social,
pero tiene también su propia política sexual, y no es la feminista
precisamente.
Article publicat a EL DIARIO.ES
Font fotografia. http://tegulariusbis.blogspot.es/1333037880/el-hebdomadario-vengador-anno-iv-n-mero-terno/
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