El incandescente debate sobre la reforma laboral ha
puesto sobre mesa la cuestión central del trabajo. Sin embargo, el
debate en curso demuestra que esta es una cuestión que continúa siendo
profundamente incomprendida. Veamos cuáles son las dos posiciones
principales al respecto: por un lado la derecha sigue obcecada en
precarizar el trabajo, lo que nos lleva a una mayor precarización de la
vida, a un descenso de la demanda y a la profundización de la crisis.
Por el otro, la vieja izquierda continúa su cruzada a la búsqueda del
trabajo estable; cruzada completamente inútil debido al conjunto de
cambios profundos que se han producido en la estructura social y
productiva durante los últimos 30 años: globalización; cambios
estructurales en el mercado de trabajo y en la estructura de las
empresas; financiarización de la economía; nueva división internacional
del trabajo; tercerización, flexibilización; trabajo por proyectos,
automatización, etc.
Lo cierto es que ni unos ni otros tienen un plan viable
para enfrentarse a la crisis estructural “trabajo”, esto es, a una
situación en la que el paro y la precariedad ya no son excepciones sino
que son estructurales, y por lo tanto el acceso a la renta y a los
derechos ya no se puede asegurar más a través del empleo.
¿Cómo romper este nudo gordiano? Nosotros consideramos
que la alternativa no se da entre las dos posibilidades aquí expuestas,
sino entre lo que estas dos posibilidades tienen en común –el ligazón
cada vez más fuerte entre trabajo y renta–, y empezar una transición que
tenga por objetivo asegurar los derechos y la renta independientemente
de la prestación laboral, es decir, la introducción de una Renta Básica
Universal. El paro y la precariedad son un problema, sí, pero la
solución no es el sacrosanto empleo –cada vez más escaso y precario–
sino la garantía de renta; que permita enfrentarse a la crisis del
trabajo, asegurar unas condiciones dignas de existencia, y reconocer y
asegurar la producción social de la riqueza.
Desmontar los tópicos
Es recurrente la crítica a la Renta Básica que
pronostica la transformación de la sociedad en un ejército de vagos y
maleantes. Nosotros no sólo negamos esta asunción –ampliamente
desmentida por los ejemplos reales de aplicación de la Renta Básica en
lugares como Namibia o Alaska– sino que le damos la vuelta. Pensamos que
la Renta Básica es la única forma posible de que la inmensa
inteligencia y potencia productiva que hay en la sociedad pueda
desarrollarse y expandirse tras la crisis del empleo, si tenemos en
cuenta que dicha potencia productiva se encuentra bloqueada por la
precariedad, la falta de ingresos y de oportunidades –y el crecimiento
exponencial de las enfermedades mentales y la drogadicción que deriva de
esta situación–.
El ejemplo de la juventud es palmario: el 50% de los jóvenes no recibe ningún ingreso y del otro 50% más de la mitad realizan trabajos precarios.
Una buena parte de ellos saltan continuamente de un trabajo a otro y
alternan el desarrollo de proyectos a los que aportan voluntariamente
sus capacidades e intereses con trabajos que ni les interesan ni les
aportan nada más que algo de dinero para sobrevivir. Ingenieros,
artistas, médicos, investigadores, arquitectos, cuidadores, técnicos,
diseñadores, informáticos…la mayor riqueza y potencia de la sociedad se
encuentra precarizada, condenada y ninguneada ¿Cómo se puede seguir
manteniendo la crítica a la Renta Básica antes citada?
A estos jóvenes altamente formados y precarizados
–atención, no están sobrecualificados sino subempleados–, en vez de
ofrecerles las garantías para que puedan organizarse autónomamente y
desarrollar colectivamente sus proyectos y capacidades, se les condena a
la precariedad y se les dice que se tienen que formar más y buscar
mejor. Un auténtico insulto a la inteligencia y a la dignidad. Es cada
vez más evidente la imposibilidad del capital de aprehender y reconocer
la inmensa potencia productiva, riqueza social e inteligencia colectiva
que hay en la sociedad. No queremos buscar la forma de que lo haga, sino
–al contrario– inventar los derechos e instituciones necesarios para
que esta potencia pueda vivir y desarrollarse más allá del capital, de
forma tendencialmente autónoma.
Un problema político
No hace falta decir que el problema de aplicación de una
Renta Básica no es ni de dinero –que existe en cantidades ingentes,
pero cada vez más concentrado y menos distribuido– ni institucional –ya
que la Renta Básica elimina una gran cantidad de burocracia y requiere
de una arquitectura institucional relativamente sencilla. El problema de
aplicación de la Renta Básica es político, y depende de la fuerza que
los movimientos europeos sean capaces de ejercer para conquistar nuevos
derechos que estén a la altura de la globalización.
La Gran Depresión terminó en EE UU porque las luchas
sociales consiguieron imponer una nueva carta de derechos y obligaron al
gobierno de Roosevelt a coger los beneficios empresariales y
convertirlos en derechos sociales. Invertir la tendencia actual –de
convertir los derechos heredados del New Deal en beneficios financieros–
supone luchar para construir una nueva carta de derechos sociales
europeos de los pobres –los que producen la riqueza- en la que la Renta
Básica tiene que ser un pilar fundamental. ¿Consideraremos, los nuevos
movimientos, seriamente este envite?
Autoria @RENTA_BASICA
Article llegit a l'ATENEU CANDELA
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