Imagine que su vivienda amanece un día con las paredes cubiertas de
humedades y grietas. Los muros maestros están torcidos y los suelos
levantados. El tejado presenta goteras, y los cimientos dan muestras de
debilidad. Su casa, derrotada por los elementos, amenaza derrumbarse. A
partir de ese momento, ¿cuál sería la principal de sus preocupaciones?
Déjeme adivinar: el futuro de su hogar. Es decir, que volcaría todos sus
esfuerzos en tapar grietas, reforzar muros y cubrir techos para evitar
el derrumbe, para seguir teniendo un lugar donde vivir.
Consideramos la vivienda como la primera necesidad, como un derecho.
Viene siendo así desde la época de las cavernas: el lugar donde
reposamos, guardamos los alimentos o nos sentimos cómodos y seguros,
condiciona el resto de circunstancias y aspectos de nuestra existencia.
Por eso no deja de sorprenderme el desprecio absoluto por el medio ambiente,
por el planeta donde vivimos. Creo sinceramente que la noticia más
importante de los últimos días, con gran diferencia, ha quedado relegada
a la nada en la mayoría de medios de comunicación. Un breve, como mucho
un faldón, generalmente ni una línea…
El nivel de dióxido de carbono, el gas que más contribuye al calentamiento global, ha alcanzado su nivel máximo en la historia de la evolución humana. Lo contaba la pasada semana el New York Times. Es
decir, que todas las promesas de los países más poderosos de la Tierra
sobre el descenso de la contaminación y el control del clima eran
patrañas. No controlamos las emisiones provocadas por la actividad
humana. Seguimos contaminando a niveles insoportables. Nos acercamos al
colapso ecológico definitivo.
El caos climático puede provocar el final del planeta tal y como los
conocemos. Nuestra casa se derrumba, y nosotros nos interesamos por la
degradación de los neumáticos
del Ferrari de Fernando Alonso, el tanto por cierto de catalanes que no
ve posible la independencia o si la nueva ola de liquidez dispara el
apetito por activos de riesgo entre los inversores y alienta el peligro
de una nueva burbuja. Un signo de estupidez. O de no estar bien
informados…
Los medios de comunicación marcan la agenda de los ciudadanos, puesto
que deciden aquello que debe interesarnos y aquello que no. Un grave
problema, dado que en sus manos está la posibilidad de que los
ciudadanos sean críticos o acomodados, sin criterio. Ciudadanos que
pueden llegar a prestar más atención a la boda de la Duquesa de Alba, o a
la mala educación de un entrenador de fútbol, que al mayor reto al que
se ha enfrentado nunca la Tierra: sobrevivir…
Artículo de Isaac Pérez Albéniz publicado en CUARTO PODER
0 comentaris:
Publica un comentari a l'entrada