Artículo de Beatriz Gimeno, filólofa semítica, activista social, feminista y defensora de la diversidad sexual y de los derechos de las personas con discapacidad, publicado en eldiario.es. En él, la autora desarrolla un profundo análisis sobre las auténicas razones que mueven al neoliberalismo a defender la legalitzación de la prostitución, el escenario de probreza que impone como condición previa para que esta situación se dé y su inmenso poder económico y, por lo tanto, su inmensa influencia política. Podríamos decir, parafraseando a Hannah Arendt cuando ésta se refería al Tercer Mundo, que la prostitución no es una realidad sino una ideología.La administradora del blog
Es normal que Ciudadanos y Esperanza Aguirre se
muestren partidarios de la regulación de la prostitución. Angela Merkel
también lo es y contribuyó a la regulación de la misma en Alemania. Es
normal, hablamos de una gran industria, la segunda mayor industria del
mundo, mueve millones de euros y es un gran lobby con una enorme
capacidad de presión social y política. Un lobby que paga a medios de
comunicación y a expertos de todo tipo para conseguir una opinión
pública favorable a sus intereses. Un lobby empresarial que, al igual
que cualquier otro gran lobby, trabaja no para dotar de derechos a las
personas más vulnerables, sino para aumentar sus propios beneficios.
En los próximos años, quizá meses, vamos a ver cómo la derecha se
preocupa cada vez más de la prostitución. Su propuesta será regularla y
su excusa serán los derechos de las prostitutas. El Partido Popular ya
la ha incluido en el PIB y próximamente vamos a escuchar hablar mucho de
estos derechos, como hace ya Albert Rivera. No sé si engañarán a nadie,
quizá sí, pero es llamativo que el mismo partido que se opone a que los
inmigrantes irregulares tengan derecho a la sanidad quiera ahora dotar
de derechos a las prostitutas, la inmensa mayoría migrantes, muchas
irregulares. No hace falta explicar que decir “derechos” y “Esperanza
Aguirre” en la misma frase hace que ésta explote, es una contradicción
en sus términos.
Vamos a abandonar de una vez la idea, prejuiciosa e
interesada, de que las personas que nos oponemos a la regulación de la
prostitución lo hacemos por una especie de moralina conservadora. Los
liberales conservadores, minoritarios ahora, tienen sus propias razones
para oponerse a la prostitución, pero más bien a quién se oponen es a
las prostitutas (a las mujeres) y al sexo. Los moralistas religiosos
conservadores asocian el sexo a algún tipo de mal y culpan a las
mujeres, prostitutas o no, del comportamiento de los hombres.
Cuando las políticas sobre la prostitución las dictan los
conservadores, son las prostitutas las que son perseguidas, como si
ellas fueran las culpables de dedicarse a una ocupación creada,
mantenida y promocionada durante siglos por el sistema patriarcal, que
se ocupa, además, de crear las condiciones materiales necesarias para
que millones de mujeres vean en ella su mejor opción.
Para saber lo que piensan estos moralistas de la prostitución basta con
ver lo que ha opinado la Iglesia católica, todas las iglesias, desde
siempre: la prostitución es necesaria, dijo San Agustín, pero ellas son
escoria; y de ahí no se han movido. En la Edad Media las parroquias eran
propietarias de muchos burdeles. No se habrá escuchado a un jerarca de
la iglesia opinar mal de la prostitución, si de las prostitutas. En todo
caso, esta opinión era la propia del capitalismo y precapitalismo
patriarcal que ha sido sustituido por la globalización neoliberal y por
otro tipo de prostitución.
La batalla de ideas es muy
importante para el neoliberalismo. Se trata de invadir hasta el último
reducto de las mentes con la idea de que el mercado es un buen regulador
social y que, cuanto más libre es el mercado, mayor bienestar social.
Se trata de que asumamos que todo es mercantilizable y que la justicia
la determina la ley de la oferta y la demanda; que cualquiera puede ser
un emprendedor y que la libertad consiste en poner precio a todo aquello
por lo que alguien esté dispuesto a pagar: los óvulos, la sangre, los
cuerpos, los úteros, los órganos, los niños y niñas (si se venden antes
de ser concebidos)...
El apoyo a la industria de la
prostitución, a la de los vientres de alquiler o a la de la
privatización de la sangre entra dentro de lo que Esperanza Aguirre y
Albert Rivera consideran el debate de las ideas. La de la prostitución
es una batalla central para el neoliberalismo por varias razones. Por
una parte porque es una industria global que a saber cuántas campañas
electorales no estará financiando en todo el mundo y porque está
conectada con poderosas industrias de todo tipo. En ese sentido estamos
hablando de una empresa tan poderosa social y políticamente como Bayer,
por poner un ejemplo. Pero con una ventaja añadida y es que además de
producir dinero produce, con su sola existencia, ideología patriarcal y
no olvidemos que el neoliberalismo tiene su propia política sexual;
prefiere la desigualdad a la igualdad de género. La desigualdad de
género es funcional al neoliberalismo por razones conocidas (Rosa Cobo lo explica muy bien aquí)
y porque, como dice Marcela Lagarde cuando el género se mueve, todo se
mueve. El feminismo ha conseguido mover algunas de las certezas sociales
respecto al género y obviamente vivimos ahora una fuerte reacción
patriarcal.
No es porque las feministas seamos
puritanas ni porque se trate de sexo por lo que estamos contra la
prostitución. De hecho, la prostitución no tiene nada que ver con las
relaciones sexuales ya que una relación sexual necesita de dos o más
personas y aquí sólo hay una parte, el hombre, teniendo sexo, mientras
que la mujer está, en el mejor de los casos, esperando que él acabe y en
el peor, sufriendo.
Tampoco es una cuestión
exclusivamente individual, como los neoliberales lo plantean. Hablamos
de una institución y, por tanto, es una cuestión también social. Se
trata de desigualdad de género, se trata de desigualdad económica y se
trata de ideología patriarcal. Se trata de una ideología que asume como
natural unas supuestas “necesidades” sexuales masculinas y un supuesto
“derecho” a saciarlas a costa de lo que sea, y que da por hecho que
tiene que existir un contingente de mujeres a disposición de esas
supuestas necesidades masculinas y de esos supuestos derechos. Este
contingente se asegura creando las condiciones materiales de desigualdad
y las condiciones culturales para que muchas mujeres tengan en la
prostitución su mejor o única opción.
Con el
neoliberalismo global, la prostitución cambia y su demanda aumenta (a
pesar de las libertades sexuales de hombres y mujeres). Ha pasado de ser
una salida personal para mujeres empobrecidas a ser una inmensa
industria que necesita, como toda industria, aumentar constantemente la
demanda. De ahí la necesidad de la trata. La demanda aumenta incentivada
por una industria y por un lobby que es capaz de producir cambios en
las mentalidades sociales y en los hábitos de consumo. Un lobby que
trabaja con los medios de comunicación, con supuestos expertos, en las
instituciones internacionales, en la publicidad, el cine…Tanto aumenta
la demanda que a pesar de las condiciones de pobreza y explotación a las
que viven sometidas millones de mujeres, no hay oferta suficiente; por
eso, para mantener esta industria viva y asegurar el aumento sin fin de
la demanda, es necesaria la trata.
La prostitución
es, de todas las instituciones patriarcales, la que mejor normativiza
las diferencias entre hombres y mujeres, las marca a fuego. La
prostitución sitúa a los hombres a un lado y a las mujeres al otro de
manera no intercambiable; y tiene consecuencias ideológicas,
pedagógicas, culturales, éticas, y también económicas. Si la
prostitución aparece como una solución aceptable para la pobreza
femenina, para qué buscar otras, para qué formar a las mujeres, para qué
educar a los hombres en la igualdad si la igualdad es incompatible con
el uso de la prostitución.
La prostitución enseña
desigualdad; disciplina a los hombres en un modelo de relación desigual,
lo normaliza y naturaliza aun más. No importa la igualdad que
alcancemos en otros ámbitos, siempre quedará ese espacio para que
aquellos hombres para quienes experimentar subjetivamente la
superioridad sobre las mujeres es un factor importante en la
construcción de su personalidad, puedan hacerlo; para que puedan
experimentar, sentir, gozar, aprender y reafirmarse en la desigualdad. Y
eso no tiene nada que ver con que las mujeres que se dedican a la
prostitución tengan sus derechos humanos y de ciudadanía intactos. Para
ellas respeto, apoyo, solidaridad, justicia y ayuda si la necesitan. La
batalla es contra la institución, contra los empresarios, contra los
puteros y contra la ideología prostitucional.
Obviamente, los mismos que apoyan la institución de la prostitución son
los que se oponen al derecho al aborto. Porque el derecho al aborto sí
es un derecho personal y social que contribuye a mover el tablero del
género, ya que otorga a las mujeres la plena libertad reproductiva, algo
que no ha ocurrido nunca antes en la historia. Convierte a las mujeres
en dueñas plenas de sus procesos reproductivos, de sus cuerpos y de sus
proyectos vitales, mientras que la institución de la prostitución (aun
cuando supusiera ventajas personales para alguna de las mujeres que se
dedican a ella) cimenta la desigualdad material y simbólica de todas las
mujeres. El aborto hace a las mujeres dueñas de sus cuerpos, mientras
que la prostitución los pone al servicio de una determinada ideología y
de una industria.
Por eso, en las próximas décadas
vamos a ver como la prostitución es firmemente apoyada desde los
sectores puramente neoliberales, que lo van a hacer, además, en nombre
de los derechos de las mujeres, mientras que, al mismo tiempo, el
derecho al aborto o la lucha contra la violencia machista serán
fuertemente contestados desde esos mismos sectores. Es la política
sexual del neoliberalismo globalizado: mercantilización de los cuerpos
de las mujeres y de sus procesos reproductivos bajo la etiqueta de
libertad y libre contratación, combinado todo ello con ataques
ideológicos y materiales al derecho al aborto. Frente a ello no cabe
sino más feminismo.
Fuente fotografía: http://www.sevilla.org/ayuntamiento/areas/area-de-familia-asuntos-sociales-y-zonas-de-especial-actuacion/a-mujer/campanas-de-sensibilizacion/campanas-de-sensibilizacion-en-materia-de-violencia-de-genero-1/23-septiembre
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