Artículo publicado en la revista MATERIA
Cada año se matan 25.000 elefantes para hacer negocio con el marfil, una gran fuente de financiación de grupos terroristas como Boko Haram o los responsables del genocidio de Darfur. Proteger recursos naturales, como la pesca, es una gran estrategia para luchar contra el crimen y la esclavitud del siglo XXI
Varios gobiernos le han declarado una nueva guerra al terrorismo y al
crimen internacional. Y esta vez no se trata de bombardear países o
poner a volar letales drones. El movimiento es mucho más sutil e
inteligente: defender la biodiversidad.
Los crímenes medioambientales son el negocio más provechoso para grupos
terroristas como Boko Haram, el ejército de Joseph Kony y los
responsables del genocidio de Darfur, que están aterrorizando a todo el
continente africano gracias al dinero que obtienen con el marfil o los
cuernos de rinoceronte. Este tipo de crímenes contra la biodiversidad y
el medio ambiente son un negocio de más de 150.000 millones anuales en
todo el planeta, según el último informe de Naciones Unidas.
Proteger a los elefantes africanos puede ser más efectivo para acabar
con Boko Haram que liarse a tiros tras desplegar miles de marines en un
territorio desconocido.
La pérdida de la biodiversidad está íntimamente ligada al crimen, a los
conflictos armados y a la violencia más sectaria como demuestran
recientes trabajos de organizaciones tan distintas como la Interpol,
el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la OCDE, WWF y
otros grupos de investigación independientes. El marfil africano es el
más visible, pero la pesca ilegal genera una cifras astronómicas y la
pérdida de caladeros está arrastrando a millares de jóvenes africanos y
asiáticos a la delincuencia y a la esclavitud. En ese contexto, EEUU, la UE y Naciones Unidas han lanzado distintas estrategias para combatir al terrorismo vaciando sus bolsillos, por ejemplo, prohibiendo el comercio de marfil.
“Varios países y organizaciones internacionales han anunciado
programas en los últimos meses que atacan a la caza furtiva de elefantes
como crimen internacional. Nuestras investigaciones han demostrado que
las ganancias de la caza ilegal de elefantes y rinocerontes sirven para
financiar actividades terroristas. Muchas fuentes sugieren la caza
furtiva es una fuente importante de ingresos para los Boko Haram y otros
grupos. La protección de la biodiversidad, sin duda, afectará a Boko
Haram”, asegura Justin Brashares, experto en protección medioambiental de la Universidad de Berkeley. Brashares escribe un artículo en la última edición de la revista Science en el que denuncia la relación entre el declive de la biodiversidad en el planeta y el aumento de los conflictos sociales.
El marfil de los dos colmillos de un elefante tiene un valor en el
mercado negro de unos 22.250 euros. Y cada año se matan entre 20.000 y
25.000 elefantes para hacerse con ellos, lo que supone una cifra total
que supera los 500 millones de euros de valor. Algunas fuentes hablan de
hasta 50.000 elefantes muertos cada año,
lo que doblaría la cifra hasta los 1.000 millones. La caza furtiva se
ha multiplicado en los últimos años, convirtiéndose en ataques masivos
que realizan grupos paramilitares usando hasta lanzagranadas y todo tipo
de armamento pesado para masacrar cuantos más ejemplares mejor, como ha denunciado Interpol.
Joseph Kony, Boko Haram y Darfur
Los niños que no pueden dedicarse a la pesca caen en una espiral de violencia. / Lisa Kristine
“El actual comercio de marfil se cimenta sobre la guerra y la caza
furtiva de elefantes está altamente militarizada, potenciando a una gran
variedad de actores en conflicto”, señalaba el informe Ivory’s Curse,
uno de los estudios más detallados sobre la relación entre marfil y
conflictos armados en África. En el cuerno de África, las milicias
de Al-Shabab que aterrorizan Somalia trafican con la caza furtiva de
Kenia; los mismos paramilitares responsables del genocidio de Darfur se
desplazan cientos de kilómetros hasta Chad, Camerún o la República
Centroafricana para conseguir marfil; Boko Haram,
que secuestró a 200 niñas en Nigeria y ya ha matado a 2.000 personas en
apenas seis meses, cada vez realiza más incursiones en Camerún en busca
de elefantes, diseminando su violencia por el país vecino; y Joseph Kony, objeto de una campaña global contra sus tropelías, se abastece de bienes naturales por todo África central.
“Sin el dinero de la caza furtiva serían mucho más débiles. La mejora de
la conservación de la biodiversidad se nota en los bolsillos de muchos
grupos armados ligados al comercio ilegal de vida salvaje”, resume Leo Douglas, autor de varios estudios sobre esta oscura relación.
Douglas señala que en China, el principal comprador de estos cuernos y
marfiles, siete de cada diez ciudadanos creen que los colmillos son de
elefantes muertos por causas naturales.
El aumento del valor de estos bienes ilegales ha crecido al mismo
ritmo que el poder adquisitivo en el gigante asiático, pero no es el
único culpable. Hoy, un cuerno de rinoceronte puede valer hasta 185.000
euros y una partida de caza furtiva cuesta unos 200 euros: es más rentable que comerciar con drogas e incluso diamantes. En seis años, se han matado alrededor de 2.400 rinocerontes poniendo en serio peligro su futuro.
La pérdida de biodiversidad siempre ha estado ligada a la violencia,
como señala Brashares recordándonos las matanzas de bisontes que
ayudaron al exterminio de los pueblos indios en EEUU en el siglo XIX.
Pero ahora el problema se ha disparado ante la sexta gran extinción de especies de la historia de la Tierra:
la más famosa fue la de los dinosaurios, pero en esta ocasión el
meteorito somos los humanos. Cuando los animales desaparecen de los
bosques y los océanos, la población que vive de ellos debe multiplicar
el esfuerzo por subsistir y es cuando adultos y niños caen víctimas de
la violencia o la trata, siendo utilizados para minimizar los costes de
producción. Y la desaparición de la pesca, el sustento del 15% de la
población del planeta, es el punto más grave.
“Por ejemplo, la UE, presionada duramente por parte de Portugal y
España, continúa pagando subvenciones para apoyar una flota pesquera de
gran altura que se sabe que pesca de forma ilegal en África y otros
lugares”, denuncia Brashares, señalando también a EEUU, China o Corea al
recordar que esquilmar los caladeros de otros países les aboca a la
violencia, como sucedió con los piratas somalíes. En la actualidad, como denunció una investigación del rotativo británico The Guardian, la pesca ilegal está provocando la aparición de barcos de esclavos, secuestrados en Tailandia o Birmania para dejarse la vida faenando los mares para organizaciones criminales.
Como explica este experto, una de las razones que hacen que la
solución sea tan difícil, es que las economías desarrolladas se
benefician enormemente del acceso a los recursos en los países menos
desarrollados y sus mares. Por eso, planes como la prohibición del
comercio de marfil se quedarán cortos, desde su perspectiva, porque
atacan a las consecuencias y no al origen del problema. “En el corto
plazo, nuestras economías sufren si se renuncia a los recursos naturales
en favor de las comunidades de esos países. Sin embargo, en el largo
plazo, es esencial para prevenir más la esclavitud, las milicias armadas
y la piratería en el mar”, razona Brashares.
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